sábado, 7 de junio de 2008

Entre Las Sombras De Aquella Noche...




Quizás debí quererte fugazmente para ser eterno en tu memoria.



Se alejó sin mirar atrás, lo sé, no tuve que observarla para percibirlo. Las horas estaban contadas y el reloj no falló. Caminé un poco en busca de un taxi y así acabó esa noche y también aquella historia entre nosotros que quizás había terminado después del tiempo en que debía hacerlo, porque nosotros en realidad no lo queríamos ver.
Jugar a ganar a veces no da resultado, cuando de sobras sabes que has perdido, que ambos lo intentamos, olvidando que ninguno podría hacerlo. En este caso los dos perdimos, quedando con las ganas de amarnos más de la cuenta, habíamos pasado el limite de aquello y ahora aquello nos lo cobraba. A ciencia cierta lo suponía, lo imaginaba, pero quería gozar una vez más de aquellos labios y suaves besos, de aquellos pechos ardientes, de la ternura que ya hacía tiempo se encontraba lejos de nuestros cuerpos. Era como querer ser de nuevo joven en plena madurez, luchar contra la corriente que en años anteriores nos había sumergido en su interior sin darnos la más leve esperanza de sobrevivir, sin darnos tregua para volver a amarnos...
Allí estaba ella. Hola – como estás – me dijo – no tan bien como tu – le respondí – bueno, que hacemos, le dije mientras la miraba vorazmente, ella lo advirtió y sonrió con toque sensual – me respondió, donde tu quieras, es tu noche. En realidad era así, era la despedida que ella me iba a brindar, ya que al otro día me alejaría de sus brazos y sus sueños y quien sabe cuando volveríamos a vernos nuevamente.
Nos pusimos de acuerdo y fuimos a un lugar muy original, con música suave para poder conversar de tantas cosas que ambos habíamos dejado a la espera para esa última noche. Pedimos las bebidas, mientras corrían las horas rápidamente, nos reímos y besamos tratando de encontrar los besos de antaño, tratando de revivir los sueños de aquel ayer, los que hicieron que nuestra historia fuera mágica y perdurara en el tiempo...y en nuestras memorias y en todos aquellos que nos conocieron esos años, y que desearon muchas veces estar en nuestros cuerpos, para amarse como nos vieron amarnos.
No sé en que momento fue cambiando conmigo aquella noche, no me di cuenta, pero se transformó con el correr de las horas. Su actitud fue distinta poco a poco, mientras me hablaba reclamándome comportamientos pasados, actuaciones ya idas, y su semblante se tornó distinto al que había estado acostumbrado a ver, su voz airosa me dijo cosas que jamás pensé escuchar...pero no fue tanto lo que me dijo lo que me hirió la vida, sino lo que calló, lo que guardó en sus adentros y se quedó con ella. Algunas cosas que pronunció, tampoco logro olvidarlas; me dijo que ya no volvería a utilizarla como siempre lo había hecho, que me había acostumbrado a manipularla, que no iría conmigo a ningún lugar, que la llevara a casa. No le importó nada de lo que dije, es más, no me escuchó, lo sé, quedó como ciega. Ese día ella no fue ella, fue otra que se metió dentro para que de una vez por todas se acabara todo, para que por fin nos dijéramos adiós, pero ya no había tiempo para adióses, ni para nada entre ella y yo, y el tiempo entre nosotros había caducado. Le dije al taxista entonces, que la llevara a casa, él nos miraba de una forma atónita, supongo que muy dentro de él, se sentía hasta incomodo por lo que escuchaba, tratando de entender o quizás no lo que pasaba a sus espaldas. Él era joven, tal vez podría tener la misma edad que yo tenía cuando la conquisté, pero era algo que jamás podría saber. Tomé la matricula...no nos despedimos, sé que no me miró, tampoco la miré, esa noche ambos sabíamos que era el fin de algo que nunca debió empezar...que toda nuestra historia se estaba acabando a paso lento, porque los dos habíamos decidido seguir y prolongar más de la cuenta esa agonía llamada fin...ese fin que jamás hubiésemos deseado para los dos, pero que estaba allí, no había llegado, porque estaba esperándonos desde hacía mucho tiempo y ese día en realidad tal vez sin pensarlo lo vimos, pero muy tarde nos dimos cuenta que estábamos muriendo lentamente entre las sombras de aquella noche.

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