domingo, 24 de enero de 2010

Aquélla tarde fue distinta...

Para Adriana


Era hermosa como sus ojos, y jamás pensé que sus palabras me transportaran a lugares mágicos de los grandes maestros de la filosofía. Comenzó a hablar y a contar fragamentos de historias...y a leer retazos de escritos y sus labios me dijeron algunas cosas que ya sabía y otras que había ido olvidando en el camino con el tiempo y con los años; por ejemplo, sentado en esa banca bajo los rayos de un sol tenue, de los majestuosos arboles y mil moscas volando a nuestro alrededor, tratando de interrumpir sus frases que no se cortaban por cosas vanas, entré en su mundo poco a poco, atrapado por la mágia de sus palabras y de su líteratura y tantas cosas que hay en ella y que muchos desconocen...


Esa tarde comprendí que no se necesita la edad cronológica, ni tener más años a las espaldas, para perdernos en razonamientos lógicos bien interpretados, y en la madurez de quien sólo debería en realidad vivir la vida como se le antojase, y sin preocuparse de esas cosas que la mayoría de jovenes a su edad no hacen...entré en su mundo mirando sus lindos ojos marrones, y aprendí cosas que ella me enseñó sin darse cuenta mientras hablaba, mientras brotaban de sus labios palabras sueltas como quien da un discurso sin previo estudio, pero que conoce con seguridad los pormenores de lo que trata, sigilosamente habló de su poeta favorito, y leyó en forma prosaica otros tres escritos de su autoría que aumentaban en calidad a medida que se agotaban, todos fueron profundos y dejaron dudas divagando en mi interior, esas que los mortales normales necesitamos años para resolver completamente.


Incursionamos en la Grecia de Epicteto, un gran filosofo griego que pertenecio a la Escuela estoica y vivío parte de su vida en Roma, supe que fue un esclavo, y también que gozó de un buen reconocimiento en vida, charlamos sobre Socrates, uno de los más grandes de la filosofía mundial, también griego y precursor de Platón, me contó lo que él profesaba "de no perder nuestras palabras y tiempo con personas que frecuentan lugares de perdición, pues es más fácil que ellos nos corrompan a nosotros, que nosotros hacerles cambiar de opinión"; también habló de Marco Antonio, gran militar, y político Romano de la época de la República, que tenía un diario del cual se extrajeron gran cantidad de frases, las cuales fue escribiendo mientras se encontraba en las guerras, también me dijo que Marco Antonio hacía grandes reflexiones que lo llevaban a entender bajo silogísmos que no era dueño de nada..." entonces no entiendo por qué hay personas que se creen dueñas de tantas cosas siendo nosotros seres tan efímeros como decía otro de los escritos que también leímos"Seguimos hablando y hablando hasta que las horas nos marcaron el final, pues las horas pasan sin a penas darnos cuenta, y había compromisos que cumplir, que no podían seguir prorrogandose, entonces nos depedimos.


Al final sacando las conclusiones, creo que aquélla tarde fue distinta...la miré mientras se alejaba con sus pasos rápidos y firmes, con falda y camiseta azul, con su mochila cargada de libros y parte de sus pensamientos en la libreta, y con sus chapas de Star Wear colgando...antes de alejarse me hizo una pregunta que no supe responder...quizás ella misma encuentre algún día en su interior las respuestas que no alcancé a brindarle...son sus dudas, y desconozco ciertamente ese terreno del cual me habló...quise darle mi opinión particular, pero preferí callar a decir cosas que pudieran confundirla...el tiempo resuelve las dudas y de seguro lo hará...Aquélla tarde fue distinta... miré sus ojos marrones, y sin ganas de hacerlo nos dijimos adiós...

Sin La Luz De Sus Ojos...


Para Eduardo...


Muchas veces me pregunté como podía caminar sin tropezarse con las cosas que por su lado estaban, utilizaba las manos como si fuesen sus ojos, iba tocando suavemente con sus dedos las paredes, y así mientras palpaba las cosas, se orientaba en aquella casa que era su habitáculo. Creo que el tenía ochenta años cuando se quedó ciego, no recuerdo los años antes, ni como se fue produciendo esa oscuridad en su vida.


Él, de por si tenía un carácter fuerte, muchas veces agrio, pero quien lo conocía realmente sabría que era uno de los mejores seres, y con un corazón grande como los cielos. Aseguro que jamás lo vi derrumbarse ante ese hecho que le trataba de arrebatar parte de su arrogancia, y altivez, pues seguía siendo aquel hombre orgulloso y lleno de vitalidad como en sus mejores días, pero sin desprenderse de la nobleza que llevaba dentro.


No sé desde que edad conocí a Eduardo, creo que de siempre, pues siempre lo vi con nosotros hasta el día que murió en mis brazos y en los de mi hermano, pero eso fue muchos años después de aquella ceguera que le perturbara la vida. Mi abuela María, era una mujer tenaz, y un día cualquiera se propuso como siempre a buscar un médico que lo operara para evitar que siguiera divagando entre las sombras de sus tinieblas. Ella sabía que no contaba con recursos económicos, pero los obstaculos la incentivaban. Yo al verlo así, sentía mucho dolor, ya que pensaba que una persona de su carácter se hundiría cada vez más en ese abismo impredecible de quienes van perdiendo el horizonte.


Eduardo nunca se rindió ante esa adversidad, igual que jamás lo hizo ante todas aquellas que se le fueron presentandon a lo largo de sus días.A Eduardo lo operaron de la vista, volvió a ver mejor que la primera vez, divisaba a lo lejos al camión de coca cola, cuando se acercaba a la tienda, nosotros aún no lo habiamos visto y él nos decía "mirenlo, allí viene, es aquel que viene doblando la esquina", parecía insólito, pero así era. Su vista se recuperó cien por ciento, y volvió a tener la destreza que había tenido anteriormente.Trasportaba más de cincuenta cajas de refrescos al hombro de un lugar a otro y sabía cuantas botellas teníamos, y cuantas se habían llevado los clientes, todos esos datos los guardaba en la memoria.


Era fuerte como un roble, y siempre lo vi ayudando a mi abuela de forma desinteresada. El día que murió, se levantó con un fuerte dolor de estomago, yo estaba en la tienda que teníamos en la parte de atrás de la casa, y de pronto mi hermana menor me llamó bastante preocupada, me dijo que Eduardo estaba bastante mal, lo miré y la verdad fue que me preocupe mucho, pues jamás lo había visto como lo vi esa mañana, estaba palido como un papel, sin embargo seguía con sus bromas de siempre, pues al llegar mi novia le dijo algunas cosas graciosas que ya no recuerdo bien, pero todos nos reímos. Un amigo salió a buscar un taxi, al traerlo, mi hermano y yo con mucho cuidado subimos al taxi a Eduardo, que como nunca caminaba de forma muy lenta, y con un gesto de dolor en su rostro que reflejaba por lo que estaba pasando.Lo llevamos de inmediato a la clinica más cercana, eso me hizo recordar la vez que murió mi abuela, ya se calcaban los pasos, las situaciones y las clinicas donde los llevamos, un mal presentimiento me daba vueltas, y sólo habían pasado algunos años desde aquel día en que mi abuela nos dijo adiós para siempre, salió de casa en aquel taxi para ya jamás volver...Eduardo ahora se subía a otro, y quien sabría si iba a volver a casa.La vez que murió mi abuela, fue casi igual se levantó con un fuerte dolor abdominal, la llevé en taxi hasta la misma clinica, y de allí nos remitieron al hospital, en esa perdida de tiempo se le iba la vida misma, mi abuela sacó un fajo de billetes que guardaba cuidadosamente y me lo entregó, me dijo, "no se lo des a nadie, eso es para ustedes, para la comida y sus gastos", como si supiera que no nos volvería a ver, en ese momento la subieron al tercer piso del hospital en una camilla, y como yo llevaba muchas horas sin desayunar, me fui a casa rapidamente, pues me dijeron que la mirarían y como a las dos de la tarde la operarian, eso me daba tiempo para ir a casa a cambiarme y desayunar, así lo hice.


De regreso me encontré con que ya la estaban operando. Antes de irme si noté que en sus brazos y cuello tenía moretones, como si fueran manchas de sangre producidas por apretones, se lo mostré a los médicos, también vi que una de las agujas que tenía clavada en la mano, por donde le suministraban los medicamentos, estaba llenandose de sangre, lo mismo que el cable que llegaba hasta el frasco que colgaba, se lo quitaron y acomodaron, ya que le hacía mucho daño en la mano. La miré, y aún recuerdo esa mirada buena, amplia y noble, me sonrió, mientras se alejaba en aquella camilla, y me dijo "no te preocupes me irá bien".


Me veo en un bus llorando, voy sentado en el primero puesto detrás del conductor, pero nadie se percata que lo hago, a nadie le importa lo que le sucede a otros seres, van demasiado rápido y ocupados en sus cosas, para darse cuenta de un joven que ha perdido una parte de su vida. Mis lagrimas salian más puras que nunca, el dolor era tan intenso que no podía respirar...mi abuela había muerto. LLegué a la casa de mi papá, lo encontré por casualidad, como pocas veces...me dijo que lo esperara allá en la funeraria, después de consolarme un poco...salí como sin rumbo, no como la noche anterior, que llegué a casa como a las once de la noche después de visitar a una amiga, y mi abuela me había guardado detrás del televisor un vasito de leche y un bollo, estaba allí escondido, pues no teníamos nevera para guardadarlo. Ella me dijo ya acostada aquella noche, "te estaba esperando, pero como has llegado muy tarde, te he dejado algo detrás del televisor, lo dejé allí para que los demás (mis otros hermanos) no se lo coman". Ella lo hacía porque yo me alimentaba muy mal, y casi siempre pasaba en la calle. Mi abuela siempre fue muy especial conmigo, siempre la tengo y la tendré presente en mi vida y jamás, pero jamás la olvidaré...


Cuando llegué de casa al hospital, después de cambiarme, tuve que esperar varios minutos para saber como había salido de la operación, estaba a mi lado mi tío, un sobrino de mi abuela, y varios familiares más. Nosotros sólo viviamos con mi abuela y Eduardo, mi mamá en esa época casi siempre estuvo trabajando en Venezuela para poder educarnos, ya que en Colombia jamás consiguió un trabajo estable con el cual sacarnos adelante. Mi mamá se había marchado hacia quince días a Caracas, nuevamente para seguir trabajando, después de pasar unas vacaciones con nosotros en Cartagena. Ella viajaba constantemente, pasaba cortas temporadas entre ir y venir, como lo hacía mi abuela cuando era la que trabajaba en sus tiempos de bonanza.


Salió el Doctor al fin, su mirada triste lo decía todo, no me faltaron sus palabras para comprender que ya mi abuela no estaba con nosotros. Yo supe a que hora se fue de esta vida sin que él me lo dijera, ella murió a las dos y cinco de la tarde, yo lo sentí, había mirado el reloj de la sala de espera y lo supe, pero me quedé callado como quien no dice algo en voz alta, para evitar que se cumpla, pero creo que debí decirlo, como cuando tenemos sueños malos, pesadillas, que es mejor contarlas para evitar su realización, pero me quedé callado, y cuando el médico dijo las nefastas palabras "Son ustedes los familiares de la Sra: María??? uuuhhhmm, lo siento, hicimos todo lo que pudimos, pero ha fallecido", yo al escuchar esa palabras salí corriendo a una esquina, me escondí y comencé a llorar torrencialmente, no sé durante cuanto tiempo lo hice, pero cuando abrí los ojos, mi cuerpo se encontraba lleno de sangre, mis manos también, me asusté mucho, y me di cuenta que la sangre me salía por la naris...enseguida los médicos me atendieron, pero ya eso no me importaba, mi mente estaba en no sé que lugar del mundo.


El vacio que se siente en casa al perder a un ser querido es inexplicable, te sientes solo aún en compañía, y todo te sabe a poco, y más teniendo en cuenta que mi abuela era una mujer autoritaria y que se hacía sentir, con voz potestativa y llena de conocimientos y recursos, esos que se marcharon con ella para siempre. Mientras atendian a Eduardo en la clinica, llegaron las once de la mañana, y las doce, y la una, y así hasta las 4 de la tarde. Mi hermano y yo lo mirabamos en aquella cama enchufado a aparatos y hablaba con nosotros, en uno de esos momentos después de realizarle el cardiograma y otras pruebas más, nos dijo que tenía hambre, que sentía mucha fatiga, entonces mi hermano fue a comprar y le trajo un jugo de manzana, lo que es insólito, es que en la clinica pasaron por alto eso, y yo era muy joven para ser más exigente con el personal de allí, y exigirles la atención necesaria, ya que no le habían dado comida, y era normal que una persona sin desayunar, y enferma, ya a las cuatro de la tarde estuviera sin fuerza. Él se tomó el jugo como si jamás se hubiera tomado uno y ya casi a las cinco de la tarde lo dieron de alta. Llamamos otro taxi para ir a casa, por fin me dije en mi interior, menos mal que se ha recuperado mientras le daba gracias a Dios por haber salido bien de aquella situación.


Al llegar el taxi, abrieron las puertas de urgencias de la clinica para que éste se ecercara y Eduardo pudiera subir sin caminar mucho, en ese momento mi hermano y yo, lo ayudamos a levantarse de la cama y nos pusimos uno de cada lado ayudandolo, con sus brazos sobre nuestros hombros y las manos por su cintura. Cuando él se levantó, se puso sus chanclas verdes y caminamos como siete pasos, atravesamos la primera puerta y giramos a la derecha, de pronto Eduardo se empinó, se levantó sobre la punta de sus pies, y soltó un suspiro que jamás he podido olvidar, enseguida calló todo su peso sobre nosotros y su cabeza quedó mirando hacia abajo. Era impresionante lo que pesaba entonces...Eduardo se había marchado y nos había dejado de un plumazo, se había también marchado para siempre, quizás desaba ya desde hace mucho encontrarse con mi abuela, y aprovechó aquella oportunidad para hacerlo...no se despidió, pero mi hermano y yo sentimos como su alma se elevó hacia los cielos, mientras dejaba entre nosotros su cuerpo viejo y agotado por los años y sufrimiento...mientras nos dejaba nuevamente sólos, sin norte y sin sur, ese sur que quizás hubiera sido mejor que su eterna ausencia...


Recuerdo que cuando eramos pequeños y viviamos en Barranquilla, Eduardo nos cuidaba, nos preparaba el café, nos bañaba y vestía...el era en verdad un hombre bueno. Le gustaba prepararnos bastante café con leché para el desayuno, y nos sentaba en una mesita pequeña que mi mamá nos compró, era para niños pequeños entre cuatro y cinco años, esos que creo que teníamos. Era un hombre correcto, típico de pueblo, con sus costumbres provincianas. Cuando discutía con mi abuela que era casi siempre, entonces cogía toda su ropa que tenía metida en un costal (saco), y se lo ponía al hombre, dieciendo que se iba de la casa y ya jamás volvería, que no lo buscaran, que se iba a perder por el mundo para que nadie supiera de él, sobre todo mi abuela, que era la que le cuestionaba todo lo que el decía, o pensaba...Se marchaba, mientras nosotros lo mirabamos por la ventana y le rogabamos para que no lo hiciera, pero él sin hacernos caso se subía su costal en el hombro y se marchaba, dejandonos con los ojos llenos de lagrimas.


Con el tiempo comprendimos que ellos, mi abuela María y Eduardo (su hermano) no podían vivir el uno sin el otro, eran unos hermanos inseparables y jamás permitían que se hablara en su presencia mal del otro. Eduardo era como el guarda espaldas de mi abuela, la acompañaba en todo. Él con su cabello blanco, y su rostro marcado por los años nos enseñó a no rendirnos por nada, a ser fuertes y con caracter decidido...él con sus dos formas de ser, la de niño y la de adulto, nos enseñó a ser felices aún después de las adversidades...


Eduardo murió aquel cinco de noviembre, de la misma forma en que lo hizo mi abuela el veintidos de julio...sin decir nada, sin quejarse, sin hacernos pasar malos ratos, ni meses en hospitales, ni sufriendo en casa...ambos salieron de casa para no volver. Eduardo nos dejó el alma destrozada con su partida, y era lo único que ya nos quedaba de nuestra infancia, nos sentiamos protegidos con él, por su autoridad, y con su presencia en aquella casa que ahora se nos quedaba grande, tan grande como el silencio que nos dejó, con el se fueron las noches de cuentos y carcajadas, con el se fue una parte de nosotros...Eduardo se fue aquel día, sin saber que nos dejaba "sin la luz de sus ojos".

Eso Me Duele...Me duele Más De La Cuenta...


Hoy llegó un amor a mi, pero ese amor no es el tuyo, es otro amor distinto, pensé que al llegar volvería a sentir en mis labios la frescura de unos besos como los tuyos, pero esos no son tus besos, ni tus labios, tampoco sus ojos son los tuyos, ni los mismos que me miraron ayer alejarme, esperando regresar a ese lugar donde nunca regresé…eso si, ella se parece a ti, más que otros amores que llegaron también a mi vida en tu ausencia, pero no eres tu, y eso me duele…me duele más de la cuenta, y me trae tu aroma de otros tiempos, y melancolía y un silencio largo que pregunta por lo que queríamos que fuera nuestra historia.

Este amor es un amor alegre, y joven como eras tu, es un amor fresco igual que el tus cabelleras, y me hace sentir bien, sus caricias me hacen olvidar que un día te tuve, y fuimos también felices, me hace sentir bien, como me sentía contigo, pero ella no eres tu, y eso me duele…me duele más de lo que jamás pensarías...me duele más de la cuenta...


Ella sabe de ti, un día le hablé y le conté como fue lo nuestro, pero eso fue antes que ella fuera lo que hoy es para mi, y ya jamás hemos vuelto a hablar de ti, pero ella sabe que muchas veces al mirarla no pienso en ella sino en ti, pero no me dice nada, se queda callada como te quedabas tu cuando te enfadabas conmigo. Muchas veces se marcha en silencio sin decir palabras, y entonces yo también me pierdo en ese silencio que me quedó cuando te dejé de ver, y eso me duele…me duele más de la cuenta.


Camino sobre hojas secas y las piso, escucho su sonido crujiente cuando se deshacen al pisarlas. Empieza a llover, y esas gotas son muy frías, me escondo en un rincón, el mismo en el que una vez nos escondimos justo antes de terminar, cuando ya las horas llevaban sentido regresivo y nuestro amor se desvanecía sin poder parar. Debajo de aquel árbol, juro que sentí tu voz y te busqué, pero como siempre me pasa, no te encontré.


Dejaron de caer las gotas de lluvia y salí caminando a paso lento, llegué al lugar donde te conocí, y vi tu silueta, me alegré, estabas de espalda, y sentí tanta alegría por volver a verte, me acerqué y te giraste asustada, ¡¡¡que sorpresa me lleve!!!, no eras tu, era ella, si ella, mi nuevo amor, el que se parece a ti, el que me hace recordarte, y recordar tus cosas, y tus risas…al verla miré dos lagrimas rodar por sus mejillas, y no tuve el valor de secarlas…si te digo la verdad…eso me duele...me duele más de la cuenta…

No Fue La Primera Vez...


No fue la primera vez que los vi, pero siempre que los miro me transmiten la misma ternura, no sé si será por su edad, o por la música que entonan, o por las sonrisas que llueven de sus rostros, ocultando de seguro sus mil calamidades. Se suben en los trenes del metro en cualquiera de las líneas, escabulléndose de seguridad, para que no los desalojen por comportamientos según ellos incívicos. Ya me los he encontrado en varios recorridos realizados; él sube con su acordeón piano negra, y ella con una pandereta roja, que toca mientras acompaña a su marido a cantar. Sus voces no son afinadas pero irradian la alegría que me falta a mi.


Sus ojos tiritan como estrellas mientras cantan esas canciones que te hacen creer que eres uno de esos personajes idílicos de los que te hablan, te sientes enamorado como el primer día, optimista, alegre por la magia de esas canciones; pero muchos viajeros los miran como bichos raros, como si no fueran personas y estuvieran invadiendo su intimidad, otros no quieren ni rozarse con ellos, y los miran como mendigos o personas no deseadas. La situación personal de muchas personas es distinta a la nuestra, pero no todos podemos entender cosas que no hemos vivido, eso lo tengo bastante claro, y menos cuando se ha nacido teniéndolo todo o por lo menos bastante mas de lo que otros han tenido o tendrá en su vida jamás.

Al mirarlos fijamente ellos sonríen y con un gesto caritativo me trasmiten sentimientos distintos a los que veo normalmente en la cara de la mayoría de las personas que a diario me encuentro por la calle, o en el trabajo, inclusive, algunas veces me comparo descubriendo que no tengo lo que ellos llevan, ni siquiera una parte de su alegría. Ellos son supongo que rumanos o de países del este de Europa, desplazados quizás por alguna contienda o por su devastada situación política-económica, tal vez igual que la de mi amada y destruida Colombia.

El es un hombre delgado y alto, con cabellos claros y ojos azules, y viste ropa sencilla, ella una mujer de aproximadamente sesenta años, con rostro desgastado, pero luciendo una sonrisa como de niña alegre que apenas empieza a ver los rayos del sol, y una estupenda y larga cabellera, y mientras canta sigue desafinando y el viajero que va a mi lado se burla, es un joven de unos escasos veinte años, quisiera en verdad verlo en su posición y sentir lo que el sentiría en su estado, en su vida, en su interior…mirar sus ojos y que él sienta lo que ella lleva por dentro, sus angustias y sufrimientos, algo que quizás el jamás ha sentido, y después que vuelva a su vida normal, para ver que sucede, si vuelve a burlarse de esa forma, o cambia su comportamiento, yo sólo lo miro sin juzgarlo, no soy Dios, pero si sé lo que es la impotencia de sentirse en un estado similar de escasez…de no tener nada, sólo la esperanza de un día mejor, de confiar plenamente en que las cosas cambiaran, de ser feliz con lo poco que se tiene, y con las ganas de tener lo que se desea, y luchar por ello.

Después de acabar con aquel espectáculo, algunos meten sus manos en los bolsillos y sacan algunas monedas y generosamente le tienden sus manos, ellos corresponden con sus sonrisas incansables, esas que quisiera tener yo, las que de veras me faltan, yo también les entrego unas cuantas monedas y ellos a cambio me regalan una sonrisa, esa sonrisa que de seguro me durará varios días…

Vuelven Unos sueños...

A un tiempo en que sentí que la vida misma se me escapaba a trozos, en que ella y yo nos perdimos aquello que pudimos vivir...

Vuelven unos sueños, esos mismos sueños que me hablan de ella
de unos tiempos que también fueron mios
y susurran suavemente a mi oido, y no distingo la voz
tal vez sean otros susurros y no los de ella
que se empeña en volver entre recuerdos sin fin
recuerdos que no terminan por más que pasen los años
y las largas noches de este gran invierno que azota mi alma
desde que se volvío tangible e intangible en mi vida
desde que sus labios esquivaron los mios
desde que ni una palabra escuché de su adiós
desde esa larga ausencia que rompía mi vida a retazos

Quizás la añoré más de lo necesario, más de lo que quise
de lo que quise recordarla
y no sé por qué entre la frías paredes de esta habitación la sigo recordando
recordando como entonces, como antes de ser los dos como ahora somos
de sentir lo que sentimos y callarnos
La recuerdo como antes de marcharse sus miradas de mis ojos
de aquellos ojos que la miraban de una forma distinta
de una forma más joven, de una forma menos dispersa entre tantos años y
sin sus labios de abril

Vuelven ahora a mi unas miradas que son ajenas
que galopan buscando ese algo que quedó prendido en el tiempo
en ese tiempo sin retorno en que también fui suyo sin serlo
vuelven esas miradas de ella, que me miran sin mirarme
esas miradas que siento a través de las distancias, de lo que no se dice
de lo que se persive entre el silencio, de algo que se siente en el ambiente
de eso que comprime el pecho
y hace otra vez pensar en cosas que no fueron y que tal vez pudieron ser
en conjeturas errantes en mi memoría quien sabe para qué

Siento en todas partes otra vez cosas que agradan, sensaciones distintas
y escucho frases, pero no de papel, sino de explicaciones de años ya idos
de acontecimientos que marcaron en ambos de alguna forma nuestras vidas
de sentimientos que se niegan a dejar de ser importantes
de ambigüedades en la memoria
Vuelven a hora a mi sus sonrisas, y sus miradas nuevamente
y me vuelvo a enamorar como la primera vez
si, como aquella primera vez que me enamoré de ella
como la efímera noche en que me negó sus besos

Que tal te ha parecido este escrito

Buscar este blog