martes, 21 de diciembre de 2010

¿Eres Feliz?

Algunas veces si, algunas veces no
pero es como todo
la felicidad no es completa
es una actitud
debemos tratar de serlo
aún en las adversidades
es una obligación
para aquellos que decidimos amar
y ver las cosas de distinta forma

Ser feliz es ser positivos
y alegres
la tristeza es la parte negativa
de la vida
y apaga los sueños

Los sueños nos mantienen jovenes
por lo menos conmigo pasa
y cuando ellos se cumplen
soy más feliz

La felicidad no depende de los demás
depende de mi
de como quiera aceptar y ver las cosas
y la misma vida
de no rendirme jamás
de disfrutar de lo mucho
y de lo poco

La felicidad es la sonrisa
limpia y libre de quienes sueñan
de quienes sufren
sin perder las esperanzas
de unos recuerdos vivos
y de unas ganas
enormes de seguir viviendo
y disfrutando sin parar

¿Eres Feliz me preguntas?
como no puedo serlo
si respiro y otros no
si hay unos ojos radiantes
y unas risas
que me roban los suspiros
y unos labios que me atrapan cada día

Soy feliz
porque un día decidí serlo
sin importarme el mañana
ni las malas rachas
ni lamentarme
por las cosas que perdí en mi ayer

Soy feliz
porque gozo de salud
de un hogar calido donde refugiarme
y escucho las canciones que me gustan
porque vivo las cosas intensamente
y siento mi corazón latir
como un tambor

He decidido seguir siendo feliz
por todas aquellas personas
que no pudieron serlo
para darle gracias a Dios cada día
por la oportunidad tenida
para contagiar a quienes me ven reír
y cantar
o escribir estas líneas que me salen del alma

lunes, 20 de diciembre de 2010

Me Regala Una Sonrisa...


Hay días en que alguien me devuelve la vida que a veces no tengo
Me despierta mirándome a los ojos
me regala una sonrisa
me tiende sus manos y me llena de palabras como un libro
entonces comprendo muchas cosas y con sus miradas agota mi silencio
y mi tristeza se aleja sin regreso

Hoy quisiera decirle tantas cosas…
esas que casi siempre callo
y en realidad es por temor a otras cosas

Quisiera decirle que es muy bueno tener su compañía
y más hermoso sentirse tan amado
y no es difícil amarla como la amo, si en sus pechos reposa el alma mía

Quisiera disfrutar de su belleza y su silueta…envejecer agarrados de la mano
sintiendo más que ciertas sus promesas
con los besos y el amor que ahora nos damos
Decirle que mí vida transcurre sin medida cuando ella me entrega sus miradas
y transforma su trinar en carcajadas
cuando llega sonriendo hasta mi vida

Que es muy bello percibir ese sonido
que su voz es muy tenue y musical
que hoy quisiera volver a la vez primera y sus labios no dejarlos de besar
Que quisiera retornar a los momentos que se fueron con aquel atardecer
pero miro ahora aquí en mi firmamento
que hay dos ojos que me van a enloquecer
Sé que hay cosas que serán irrepetibles, como el tiempo que la trajo ayer aquí
pero sé que el futuro es impredecible y quisera verla siempre junto a mi...

viernes, 10 de diciembre de 2010

Jamás debió Amarme


Encontré su amor
escondido en los ojos que no imaginé
y en una miradita que me hizo hasta dudar
si es que era aquello un sueño o una realidad

Flamante yo la vi entre cabellos dorados
sus cabellos rizados adornaban más su piel
y su cuerpo torneado era como aquel oleaje
que embellecía el paisaje de nuestro atardecer

Y allí me quedé probando sus besos
y aquellas caricias radiantes de amor
y allí me quedé rastreando su cuerpo
y aquellos suspiros de su corazón

Llevo en mi cuerpo muy impregnado
el perfume de su piel
y su carita de inocencia el alma me cautivó
su boquita sedienta de mis labios ardientes
aún lleva la esencia que le dejé yo

Volaron las horas en nuestro reloj
fue corta la tarde, el tiempo dijo adiós
jamás debió amarme y se fundió en mis brazos
no debí adorarla y la amé con pasión

Imposible Olvidarte


Como imagino hoy tus risas y aquellas miradas que me cautivaron
Los años pasaron pero los recuerdos hoy han regresado al escuchar tu voz
Ahora aquí en mis noches yo te suelo soñar
Un día te alejaste y yo no te pude hallar
Dime si tú, también recuerdas lo que tu adiós me hirió
Intentaré y si puedo no pensar en tu amor
Así tal vez olvide lo que fue mi ilusión...

Volver a verte, es lo que siempre había deseado para poder decirte
Imposible olvidarte si yo te amé, y te marchaste
Llevándote todas mis ilusiones
Luego en mi vida busqué en otros amores
Aquellos ojos que se llevaron mi luz
Lejos estabas mujer, por qué te fuiste ¡por Dios!
O es que acaso ignorabas que te adoraba
Busqué mis sueños tal vez en otros sueños
O en mil lugares donde ya no estabas tú
Sólo el silencio me vino consolar

Lo que es muy cierto es que yo moría por ti
En esos tiempos fuiste toda mi vida
Inexplicable es ésta situación en que apareces y vuelve mi ilusión
Vaya desconcierto hoy tiene mi corazón
Aunque no quiera sólo pienso en tu amor…

No te Esperaré...


Nunca fuimos dos
ni uno
es más
nunca fuiste tú
y yo creí en quien parecías ser

Aún así
lejos
llena de mentiras
y engaños
dices que me piensas
y quieres

Un día
me dijiste
que conmigo
conociste el amor
no sé hoy de que amor hablaste

Del amor mío
supongo
porque tú no sabes lo que es eso
a lo mejor
creíste que amabas
y te engañaste igual que a mi

La esperanza
no vuelve
me contaron un día
porque jamás se va
siempre está latente en el espacio
en los seres
esperando ser tenida en cuenta

Yo te tuve en cuenta
y amarraste mi esperanza
porque tú
no sabías amar
sólo mentir
y seguir viviendo
de manera singular y simple

Ya es tarde
y debo irme
pensando en otras cosas
que me acostumbren a ser distinto
a olvidar
a creer nuevamente
en otra latitud
y otro amor

Las tardes
como las mañanas
pueden ser bellas como eras tú
como un domingo de circo
o un algodón de azúcar
en las manos
de un niño

Yo no conozco
otros ojos
distintos a los tuyos
en los cuales mirarme
pero si sé
en cuales hoy no debo hacerlo

Una razón
tan sólo una
te pedí
y decidiste callar
el silencio hace daño
y más si es de quien no se espera

Seguiré contando estrellas
tal vez así
olvide quien fuiste
y a quien confié mis besos
y unas ilusiones
que ya no tienen dueño

Mañana
me sentaré en la misma esquina
pero no te esperaré
aunque lo quiera
porque tengo un orgullo
más fuerte que tú
que me impide
volver a tus brazos

lunes, 6 de diciembre de 2010

Le Pega Como los dioses, cuentos y versos...


A María Elena, la luz de mis ojos.

Los peloteros de esta época no son como los de antes, repetía insistentemente mi abuelo, y era verdad según él, y continuaba diciendo que ahora sólo se tenía que vivir del ayer, porque “ya nos ganan hasta los cachacos”. No es posible que de aquellos campeones mundiales no queden casi ni los recuerdos, pues en estos momentos todo se graba y quedan fotos, y videos interesantes de las victorias conseguidas, que son retenidas en los ojos, como en una película de colores. Hoy ves a jugadores que no llegarían siquiera a ser profesionales en nuestra época, y lucen atuendos y zapatillas de marcas con alegría. Ellos con sus caras bonitas han llenado las revistas y han hecho olvidar el buen béisbol de un tiempo memorable. Mi abuelo seguía creyendo que su pasado pudo ser mejor, pero aquella lesión lo marginó injustamente.

Él era un buen pelotero, nacido en el barrio Getsemaní, origen de las viejas glorias del béisbol cartagenero. Aquel era un tiempo en el que se acudía con todo fervor al estadio Once de noviembre, llamado el templo del béisbol colombiano, y se trasmitían los partidos por la radio. Visualizabas según mi abuelo, cuando el pitcher levantaba las manos, se tomaba todo su tiempo y lanzaba aquella pelota de fuego a cien por hora o más, entonces el bateador esperaba la bola como quien espera la oportunidad para un beso bien dado, la mira fijamente y calculaba el momento indicado, dándole no con toda sus fuerzas, sino uniendo técnica y fortaleza ayudado por un elegante “swing” que hace que aquella pelota se eleve como los ángeles para convertirse en un home run, ese que se hace más importante cuando se logra con bases llenas y en el último inning.

A mi abuelo le brillaban los ojos siempre que me contaba cualquier historia que fuera de béisbol. Yo terminé jugando el béisbol por él, pero era uno de los peores de la escuela, se me escapaban todas las pelotas de las manos y en ninguna posición lo hacía bien, por lo cual jamás tuve la oportunidad que quise para que el fuera un poco más feliz. A mi me hubiese gustado intentar jugar entonces al fútbol, pero nunca pude decírselo, pues no creí justo inclinarme por ese juego bruto de veintidós bárbaros detrás de una pelota como afirmaba él. “menos mal que mi nieto es beisbolista como su abuelo y como su difunto padre, que si no muere, quien sabe a donde hubiera llegado”, pues Enrique, mira bien que te digo, continuaba diciendo, “qué no te veo como un loco detrás de una pelota, pegándote patadas con los otros por todas partes".

Yo vi algunas fotos en blanco y negro de mi padre, en el álbum que guardaba mi madre debajo de la cama, y el cual ella pensaba que yo nunca había visto. Allí vi por primera vez a mi padre empuñando un bate con posición y mirada desafiante, y a decir verdad, tenía cierto estilo. Es muy extraño que una persona tan joven y llena de vida como repetían todos en casa, un día cualquiera no se levante de la cama, se quede como dormido para siempre. El béisbol nacional se enluteció, pero más mi madre, que a partir de allí no volvió a vestir colores vivos, ni a hablar de béisbol.

El primer día que mi abuelo decidió acompañarme a un partido, iba tan alegre con su gorra blanca y una camiseta de sus viejos tiempos, que si lo pienso bien, parecía más beisbolista que yo, y eso que yo llevaba puesto el uniforme de mi equipo. Estaba orgulloso de mi, me decía “ya verán todos quien nos sacará de la pobreza en casa, y devolverá la gloria al béisbol de la costa”. Aquel día le dijo a dos amigos de sus tiempos que lo acompañaran a verme jugar, que al fin volvía el béisbol bueno a los campos de Cartagena. Yo estaba seguro que la cagaría, pues nadie se vuelve un buen jugador en un segundo.

Al finalizar el partido mi abuelo me dijo con voz apagada “tu tranquilo Enrique, yo empecé a jugar peor que tú, sólo han sido dos errores, y ya aprenderás a darle mejor a la pelota, es que te han puesto un bate muy pesado, y los otros jugadores son más grandes”. Y no habló más. Se quedó con sus dos amigos en el quisco de la esquina. Yo sabía que me había dicho aquellas palabras porque yo era su nieto, por nada más, y aunque me acosté bastante tarde aquella noche, no lo vi llegar.

Al otro día mi madre me dijo que mi abuelo había salido muy temprano. Yo estaba preocupado, me sentía que lo había defraudado, y me encontraba viviendo algo que no quería vivir, y me sentía muy mal. Sobre las once de la mañana llegó mi abuelo con una manilla nueva, una bola de béisbol y un bate. Entró como cuando uno entra a un estadio repleto de gente que está aplaudiendo y gritando nuestro nombre. Con ese paso imponente de siempre y me dijo “mijo, ven acá, esto es para que le demuestres a todos esos que se reían de ti, quien eres y de qué sangre vienes, les vas a enseñar como se juega esa mierda a todos, pero antes yo te voy enseñar a ti algunos truquitos de viejo zorro”.

Me dijo que me entrenaría todos los días dos horas, y en menos que canta un gallo no sería ni la sombra del que se habían burlado el día anterior. La verdad es que no sé como lo haría, ya que para ese tiempo él rondaba más de setenta años y la vista le estaba diciendo adiós.
El miércoles era el día esperado para empezar los entrenamientos y yo me encontraba muy entusiasmado, casi no dormí, pero mi abuelo no se levantó de la cama. Quedó allí tumbado igual que mi padre, pero con una sonrisa en los labios y una pelota de béisbol en la mano derecha. Yo estaba ya vestido, y pensé que él me estaba esperando en la cocina tomándose el primer tinto de la mañana. Habíamos quedado que nos levantaríamos a las cinco, mi madre entonces seguía acostada en la cama, y salió corriendo cuando yo empecé a llorar. Lo cierto es que no pude despertarlo, ya se había ido para siempre. Ese día a los once años comprendí que el béisbol no era para mi, y que ese deportista del que mi abuelo hablaba y que sacaría a la familia de la pobreza, no era yo.
Al cabo de un tiempo, mi madre también me dijo adiós para siempre. Se fue sin quitarse el luto, y me dejó otra honda herida llena de innumerables recuerdos. Hoy casi con cincuenta años a mis espaldas, veo a mi hija jugar, entonces me acuerdo de mi padre y de mi abuelo, y también de aquellas palabras que mi abuelo me dijo justo antes de irse “tu tranquilo Enrique, yo empecé a jugar peor que tu, sólo han sido dos errores, y ya aprenderás a darle mejor a la pelota, es que te han puesto un bate muy pesado”, “mijo, ven acá, esto es para que le demuestres a todos esos que se reían de ti, quien eres y de que sangre vienes, les vas a enseñar como se juega esa mierda, pero antes yo te voy enseñar a ti algunos truquitos de viejo zorro”, trucos que jamás me enseñó, porque no le alcanzó la vida. Me pregunto hoy, por qué nunca conté con la oportunidad que tiene mi hija de entrenar con su padre, yo no pude hacerlo, y la verdad es que me hubiese gustado.
A María la han seleccionado como mejor delantera del país ¡Y eso que es costeña! Y tampoco se puede negar que hace unos goles sensacionales, todo el mundo en los estadios la aclama y dicen que tiene un gran futuro. Ella le pega como los dioses, espera esa pelota como quien espera la oportunidad para un beso bien dado, la mira fijamente y espera justo el momento indicado, dándole no con toda su fuerza, sino uniendo técnica y fortaleza ayudada por un elegante “swing” que hace que aquella pelota se eleve como los ángeles para colarse entre el portero y el ángulo. María es la heredera de aquello que mi padre y mi abuelo no pudieron transmitirme, pero que de una forma inexplicable llegó hasta ella.
Hoy aún después de tantos años cuando voy al estadio y la veo jugar no puedo evitar acordarme de ellos.


TIEMPO EXTRA

No hay nada que hacer, fueron las palabras que escuchó del médico. ¿Cuánto me queda de vida doctor? Respondió Juan Sebastián. La verdad que no lo sé, no se lo puedo asegurar, igual pueden ser tres años que dos meses. Juan Sebastián, salió caminando de forma muy lenta, como quien lleva los pies atados, la esperanza envuelta en un pañuelo, y el horizonte en ninguna parte, La mirada se le perdía como los sueños de juventud, esos que una vez tuvo y se fueron disolviendo mientras se le amargaba el carácter. La vida una vez más le jugaba una mala pasada, primero en el amor, y ahora con su propia vida, pero ya no tenía treinta años ni un gajo de oportunidades esperándole para comenzar de nuevo.

A los sesenta y tres años el camino se hace más arduo y el sudor más frío. La jubilación era lo más seguro y ahora ni a ella era seguro llegar, pues aquella noticia le cortaba de cuajo el futuro esperado con tantas ilusiones. Adiós a sus anhelos de conocer otros lugares, de ver otros ojos, y contemplar árboles que germinan de forma extraña.

Aquel día Juan Sebastián fue con una idea fija a su trabajo y renunció tajantemente sin dar explicaciones. Subió a un autobús, bajándose frente a la india Catalina, rodeó las murallas y continuó caminando hacía crespo. En Cartagena de indias mirar el mar desde esa perspectiva da una sensación de nostalgia y alivio, y más si se hace casi a las seis de la tarde, en que la lontananza castiga las vista con la huida vertiginosa del día. Juan Sebastián observó a lo lejos a varios pescadores que terminaban su faena. Se fue acercando y escuchó mientras el más joven era objeto de reproches e insultos de uno de los tres pescadores, al parecer era su padre, que le incriminaba por la dejadez en que realizaba el trabajo. El más viejo de todos, miraba y bajaba la cabeza, como si con eso dejara ver que no estaba de acuerdo con aquello que ocurría delante de sus ojos. Juan Sebastián, se sentó frente a los espolones de aquellas playas. Esas rocas prominentes lo hacían sentir más solo que nunca, mientras parecía mirar el firmamento sin esperanzas, pero en realidad lo que observaba eran sus recuerdos pasar fugazmente por sus ojos, y otras tantas cosas que pensó serían de distintas formas y que la misma vida le estaba enseñando con diferentes mascaras. Pasaron las horas, pero no se percató de los minutos diluidos, cuando se quiso dar cuenta, ya los tres pescadores yacían en su morada. Juan Sebastián se dirigió a la canoa, la empujó con mucha dificultad hasta al agua, se subió en ella mientras sintió como ese pedazo de madera se iba alejando lentamente de la orilla.

Cuando no te queda casi nada, y te arrebatan la esperanza de vivir, entonces sólo quieres poner fin a las migajas que te quedan, a esos días que son como una sobra, como aquellos granos de arroz que un día cualquiera lanzas por lanzar a las palomas en un viejo parque. Juan Sebastián allí anhelo más que nadie ser quien nunca fue, y haber gozado de una vida distinta a la que había tenido, fue mezquino con él mismo, pues su rectitud lo alejó de buenos momentos, eso ahora le pesaba más de la cuenta, porque su carácter indomable lo distanció de buenos amigos, y el sabor agridulce de su vida ahora le cobraba la factura a un alto precio.

Juan Sebastián era un hombre sin deudas, sin mujer y sin hijos. Con una vida vacía, simple y triste. Había estado casado, pero su mujer lo había dejado por una antiguo profesor, de allí aquella desconfianza que lo perseguía en cada momento. Era hijo único, y sus padres lo habían traído a la ciudad de un pueblo llamado los Palmitos, del cual sólo recordaba el nombre, ya que él era muy pequeño cuando sucedió aquello. Creció en el barrio Olaya, y luego después de estudiar la secundaría, entró al “S.E.N.A”, donde se graduó de soldador. Luego trabajó en una gran empresa, cambió de barrio y se casó, pero eso no duro nada, al poco tiempo la separación fue un duro golpe en su vida. Más adelante se refugió en su trabajo, y en la misma empresa donde empezó a trabajar, llegó a ser jefe de personal. A esa empresa dedicó todo, y era la única que le había proporcionado las grandes satisfacciones de su vida.

Él no tomaba alcohol, ni fumaba, ni frecuentaba fiestas o amistades, y desde el día que descubrió aquella infidelidad, su alegría se apagó para siempre. Es muy difícil olvidar aquello que nos causa daño, y eso era algo que Juan Sebastián tenía muy claro. Él se preguntaba que había hecho para sufrir tanto, por qué no había jamás esa oportunidad de ser feliz. No recordaba en su vida más de dos días alegres. La única mujer a la que había amado le arrancó sus ilusiones de crear una familia. Ese maldito profesor le había arrancado el amor de su vida. Ya no conocería con alegría los lugares que deseaba visitar, para que ir, si ya se le habían caducado los días. A nadie le importaría su ausencia, estaba seguro de ello, pues nadie extraña a personas como él, y sus manos ya un poco caducas secaban las lágrimas que brotaban de su rostro envejecido. Pocos podrían saber lo que él sentía en su interior, y que es imposible seguir cuando sabes que ya estás muerto y estás viviendo tiempo extra.

Llegó la noche y Juan Sebastián se introdujo sigilosamente entre las negras olas que poco apoco iban azotando la frágil canoa como a un barco de papel. Se había desprendido de su celular entre las piedras que rodeaban las playas, como evitando que alguien pudiera saber donde se encontraba por el mero hecho de llevarlo, por eso no escuchó las insistentes llamadas que le hicieron.

Nadie supo si Juan Sebastian la noche anterior se lanzó al mar voluntariamente, o si la canoa se hundió con él entre las aguas embravecidas de aquellas playas de Cartagena, pero lo que si es cierto, es que los pocos que asistieron a su entierro, no comprendían los motivos de su muerte, sólo coincidían al decir que había muerto como vivió “solo”, y que su vida fue triste y rodeada de incertidumbre así como su fin. Su médico se encontraba en una esquina mientras lo velaban, y leía un periódico que anunciaba en la página de sucesos “Cuerpo de hombre mayor, aparece ahogado frente a las playas de marbella”.

Ese mismo día, un vendedor de guarapo y cervezas, que transitaba bajo el sol radiante de las playas de la heroica, encontró su móvil entre las piedras. Miró que tenía muchas llamada perdidas de un tal Doctor Cifuentes, lo escondió rápidamente en el bolsillo de su pantalón y se alejó apresurado de la zona.En la otra punta de la ciudad en la sala donde se velaba a Juan Sebastian, se le acercó al Doctor Cifuentes una mujer que le preguntó en voz baja al oído. ¿Doctor, cree usted que hubiese ocurrido lo mismo si se entera que las pruebas no eran las suyas? No lo sé Jessica, pero no creo que sirva de algo hablar de eso ahora. Entonces el Doctor la tomó de la mano, la miró fijamente a los ojos y se escabulleron sigilosamente entre la gente, como evitando que alguien al verlos, les pudiera leer el pensamiento.


LAS MUJERES DE LA CASA BLANCA

Siempre quise vivir en una casa como esa que vi aquella tarde, blanca, de ventanas grandes y paredes de madera.

Aquellas mansiones americanas me llamaron la atención desde niño, desde el día que observé a una Juana, la amiga de mi hermana mayor enseñarle aquellas fotos. En las fotos aparecía el novio de Juana sentado al frente de la que parecía su casa. Me llamó también la atención una silueta al lado de él, que al parecer no vieron ni Juana ni me hermana Isabel, ya que no hicieron ningún comentario al respecto. La imagen era la de Juana.

Cuando Juana y mi hermana se fueron a la habitación, miré nuevamente aquellas fotografías dejadas en el sofá, y observé que en todas aparecía esa silueta a su lado. La figura era la de Juana con más edad, pero no se lograban divisar bien los rasgos, ya que se veía como semitransparente, pero aún así yo sabía que era ella. Desde entonces devoré todos los libros que hablaban de apariciones extrañas en fotografías o cintas de películas, también escuché algunas grabaciones de otras situaciones, y en realidad es sorprendente, pero no puedo negar que dudé de algunas.

Con el tiempo, olvidé aquello. Un día supe que Juana se había ido a los Estados Unidos, y se había casado con aquel chico. Llegaban fotos y cartas de Juana a casa, y mi hermana hablaba por teléfono con ella. Una tarde se me dio por ver las fotos de Juana después de tantos años, lo cierto es que siempre me había gustado mucho, pero me llevaba más de diez años y era utópico aquel amor para mi. En una de esas fotos aparecía con su novio en la iglesia, era el día de la boda, y quedé impresionado al ver nuevamente la misma silueta que había visto en su día al lado del novio americano. Esta vez esa silueta se encontraba entre ellos, y le pregunté a mi hermana y a mi madre si lograban verla, me dijeron que estaba loco, que allí no había nada, entonces cambiamos el tema, pero a mi cabeza volvía en las noches esa sensación extraña de quien sabe que había algo más en aquello, pero carecía de medios para averiguarlo.

Pasaron más de cinco años desde aquel suceso, cuando un día me encontraba en casa durmiendo la siesta y desperté por el llanto desconsolado de mi hermana y mi madre. ¡Juana había muerto! Fue lo que escuché mientras trataba un poco aturdido de entender lo que en realidad sucedía. Mi hermana hablaba por teléfono con la madre de Juana, que se disponía a viajar a los Estados Unidos, porque le comunicó su esposo el trágico suceso. Mi hermana que era como su hermana no podía creerlo, si apenas había pasado una semana cuando realizaban planes ella y su esposo para vacacionar en nuestras costas caribeñas. Yo no dije una palabra, y volvieron aquellas imágenes, las de las fotografías. Nunca supimos como fue que murió realmente, primero dijeron que calló por las escaleras de su casa mientras caminaba sonámbula, cosa que jamás se confirmó. Otro día nos contó su madre que fue muerte súbita, que murió de la misma forma en que lo hizo la primera esposa del americano. Yo desconocía que él hubiera estado casado anteriormente, y la madre de Juana también decía lo mismo, que lo supo en su estadía en los Estados Unidos. Mi madre entonces decidió preguntarme sobre la imagen que yo afirmaba ver en las fotos, y le dije que se parecía a Juana, por supuesto no me creyó, ya que sabía del amor juvenil y enfermizo que siempre sentí por ella.

Yo me preguntaba constantemente que le había pasado en realidad a Juana, porque cuando sientes que falta algo en lo que te cuentan, es porque falta algo y allí faltaba algo importante. Le dije a mi hermana que me buscara aquellas fotos que habíamos visto hacía ya más de quince años. A los dos días apareció con un lote de papeles amarillentos, y muchas fotos que le había entregado la mamá de Juana. En casi todas aparecía Juana de niña, pero seguimos buscando hasta que encontramos aquella foto que queríamos ver. Ya la casa no me parecía tan impresionante como antes, y la figura no la logré divisar ni en esa foto ni en las otras en las que antes aparecía, sin embargo aquella imagen no la podía arrancar de mi mente, pero de las fotos se había desvanecido como por arte de magia.

El día catorce de abril de ése mismo año, no lo podré olvidar, nos sorprendió la noticia de los telediarios en los que se anunciaba del asesino de las mujeres de la casa blanca, portada con la que habían amanecido todos los diarios estadounidenses, al descubrirse en la casa del que había sido el esposo de Juana, varios cadáveres de chicas desaparecidas durante veinte años atrás, y que no habían sido jamás encontradas.

Con los días descubrimos que todas aquellas chicas se parecían a Juana.


OTRAS MAÑANAS

Vendrán otras mañanas, otras mañanas como las de ayer, y volveré a pensar en ti, y te imaginaré resplandeciente, cálida y hermosa como aquella noche.

Veré otra gente y otros rostros, conoceré otros nombres y otros brazos tratarán de arrancar tus recuerdos de mi vida y entrarán y se posarán en mi memoria.

Y yo te seguiré imaginando tan lejana como siempre, pero seguro comenzaré a amar de nuevo a otros labios que buscaran mis labios vorazmente y en soledad te darás cuenta que jamás volveré a tirar piedras a la luna por un amor.

No volverán las noches de insomnio, ni las miradas perdidas en la aurora por tus ojos, y tus caminos pasajeros se apartarán de mi como ayer, sin esperar regreso, y mis sonrisas alegres no preguntaran por ti

Mañana cuando nuevas esperanzas surjan en mi vida…ya tú no estarás…


LOS SUEÑOS, SUEÑOS SON

Ignacio se sentó en la banca y empezó a leer aquel cuento, llevaba casi toda la colección leída, cuando su hermano Carlos llegó y le dijo, ¿Que haces leyendo nuevamente ese cuento, si ya la semana pasada lo leímos? Ignacio no podía creer lo que escuchaba, -¿Pero qué dices? No he leído este cuento, es el nuevo, el de ésta semana. Claro que lo leímos. Entonces Ignacio le dijo a Carlos que le contara lo sucedía en el cuento, y fue cuando Carlos le comenzó a narrar lo que el estaba leyendo, y todo sucedía exactamente como lo narraban sus palabras.

No fue la primera, ni la única vez que le sucedió eso a Carlos, llámense poderes, o como se llamasen, él los tenía, podía ver parte de las cosas que estaban por ocurrir antes que sucedieran, se adelantaba a los acontecimientos detallándolos de forma exacta, sin temor a equivocarse, un día mientras esperaba con su hermano el autobús del barrio para ir a clases, le comentó, -Ignacio, esto ya lo he vivido- - ahora vendrá un autobús girando la esquina, y una mujer con falda roja irá sentada del lado izquierdo en el primer puesto-. Ignacio quedó perplejo, pues sus ojos vieron inmediatamente el autobús empezar a girar la esquina y mientras se acercaba, vio como a la mujer de falda roja estaba sentada realmente en el lugar que el había dicho. Y así de uno en uno se iban sumando sucesos en su vida que nadie podía explicar.

Un día Ignacio se levantó, diciendo que había tenido un sueño, estaba sudado y muy asustado, y gritaba que había visto un cuerpo vestido de gris dando vueltas por los aires y caer sobre el automóvil, y aquel automóvil se daba a la fuga, mientras el cuerpo quedaba en la carretera, pero que no lograba ver el rostro de la persona. Carlos se encontraba muy inquieto, y aturdido por aquel sueño, ya que él pocas veces soñaba. Carlos no era como su hermano Ignacio que soñaba todos los días, inclusive, soñaba tanto que siempre amanecía cansado, y decía que estaba cansado era de tanto soñar, levantándose algunos días inclusive hasta con ojeras. En sus sueños casi siempre se veía como un súper héroe y volaba como superman, en otras ocasiones lo perseguían y mientras más corría, más lo se le acercaban y lo curioso de todos esos sueños es que no se podía despertar, no era como esos otros sueños en que podemos manipular lo que soñamos, esos sueños de eran distintos.

Aquel día de su cumpleaños era jueves, y su mamá les regaló un gatito blanco con negro, les dijo que tuvieran cuidado con el, pues era bastante esquivo, así que no abrieran la puerta, pues se les podía escapar. Que se pusieran la ropa nueva, pues en la tarde llegarían sus amigos y familiares más cercanos a festejar un rato con ellos. Ya en horas de la tarde alguien llamó a la puerta, era Julián, un primo de ellos, y mientras Carlos abría la puerta, el gatito salió corriendo, entonces Carlos salió detrás del gato que doblaba la esquina a toda velocidad, Carlos no vio el coche que se abalanzaba sobre su cuerpo, sólo vio luces mientras volaba por los aires. Su cuerpo quedó en medio de la carretera, su rostro no se veía, quedó tapado por su larga cabellera. Nadie lo podía creer. Su hermano Ignacio estaba inmóvil mientras veía a su otra mitad de vida sin vida en aquella carretera que tanto habían transitado juntos. Carlos vestía aquel día un conjunto de pantalón y camisa gris, un regalo que le había hecho su tía.
Cuentan que hoy Ignacio tiene 77 años y aún recuerda con lagrimas en los ojos la vez que su hermano Carlos le contó asustado aquel sueño, y él le respondió que no se preocupara por eso, que había sido sólo un sueño, “y los sueños...sueños son”.


ANOCHE TE VI

“Quizás debí quererla fugazmente para ser eterno en su memoria” A Zulay.

Anoche te vi y te seguí, por supuesto no te diste cuenta, porque me fui escondiendo en cada esquina mientras te observaba…

Que distinta en verdad estabas, lo cierto es que te prefería como eras antes, pero no te puedo cambiar, el tiempo pasa, las cosas cambian y ¿cómo no hacerlo nosotros?, sería como pedir al día que no oscureciera y que las noches no llegaran con la puesta del sol. Ya lo sabemos, también los amores cambian, van y vienen, unos nacen y otros mueren, es ley de vida. No obstante, aún me pregunto ¿Cómo podré olvidarte?, pues veo que no es fácil, ya que no lo he hecho aún, no sé si es porque en realidad no lo quiero hacer o no puedo…sin embargo me queda una leve imagen tuya en mis adentros diciéndome “te quiero” pero es una imagen ya distante.

Hoy te he extrañado y esperado de la misma forma y en la misma esquina en que lo hacía antes, no sé, creo que tal vez te esperé más de la cuenta…si, y te esperé durante mucho tiempo en nuestra esquina y no pasaste, algo me dice que nuevamente me he quedado esperando tu silueta como aquella tarde, como aquella vez en que tus ojos se olvidaron de mi y tus labios me dejaron sin tus besos, sin embargo perdona por seguir indagando en nuestras calles del olvido o en estas ruinas del ayer, pues creo que ya es demasiado tarde para lo nuestro y a lo mejor esto ya no es amor, es sólo el recuerdo de ese alguien que una vez tuve y ya jamás podré olvidar…



SU NOMBRE ERA RINGO

Su nombre era ringo, pero no era un perro cualquiera, era como una nave espacial, daba vueltas y vueltas en el aire hasta que caía en mis brazos. Aún me pregunto como lo hacía. Cuando yo iba llegando a casa, ya el lo sabía y corría como loco hacía mi, empezaba a dar giros y giros y más giros, si, como un trompo, y de pronto se iba elevando por los aires como un platillo volador hasta que llegaba a mis brazos ya preparados para cargarlo antes que se diera contra el suelo. La primera vez que lo hizo me quedé sorprendido, pero ese era el principio de las facetas y genialidades de un perro singular. Mis amigos también me preguntaban que como era que Ringo, siendo tan pequeño no les tuviera miedo a los perros grandes y los desafiara hasta el punto de tener que intervenir yo a defenderlo y evitar así una masacre ante mis propios ojos.

Resulta que en los años noventa, en mis andanzas de director técnico del América, el era el fan número uno de aquellos partidos al aire libre, en canchas llenas de confetis, silbatos y parrandas juveniles, y lo más insólito de todo era que nadie lo invitaba, aparecía por sorpresa entre la multitud hasta encontrarme. La cancha no estaba nada cerca, pero el se las ingeniaba y llegaba tranquilamente, daba sus vueltas, vueltas y más vueltas, tomaba impulso y otra vez se dejaba caer a mis brazos, como siempre.Todos los días cuando yo venía de la Universidad, me esperaba en la esquina donde vivía mi novia, estaba sentado y mirando todos los autobuses que pasaban, como quien espera a ese alguien que sabe que vendrá. Yo lo veía a lo lejos, y muchas veces traté de esconderme, pero su olfato no le fallaba, al instante daba la vuelta varias veces y me divisaba, entonces salía corriendo con sus ojitos brillantes y su cola delgada dando latigazos al aire, daba mil vueltas en el aire, se elevaba en los aires y caía una vez más en mis brazos lleno de alegría y felicidad. Aún lo recuerdo, que días aquellos, era mi perro, si, fue mi perro más querido y como todo lo que he querido, terminé perdiéndolo para siempre…

Recuerdo que una mañana cualquiera lo vi agitando la cabeza de forma extraña y constante. Se le balanceaba la cabeza de un lado a otro, una y otra vez se repetía la acción, el me miraba y me decía que lo ayudara con sus ojitos, que no entendía nada de lo que le estaba sucediendo, ni por qué, pero que confiaba en mi. Yo estaba perplejo, jamás había visto algo igual.

Lo llevé al veterinario de inmediato y este me dijo que se debía a una como una infección trasmitida por una mosca, que era muy difícil que se recuperara, que el tic nervioso que tenía aumentaría hasta no poder mantenerse en pie. También me comentó que poco a poco se le incrementaría el dolor y sería mejor que no sufriera. Yo sabía lo que me estaba diciendo, pero tuve la esperanza de quienes no tienen nada que perder, de quienes no se rinden jamás y mucho menos por lo que quieren. Le compré los medicamentos como una opción, pero estos no le hicieron efecto. Mi Ringo, mi perrito hermoso y querido se estaba yendo de mi lado y yo no podía hacer nada para evitarlo. Lloraba por las noches mientras lo escuchaba aullar, fueron noches interminables y confusas las que viví esa vez. El me miraba con sus ojos cada día menos alegres y me movía la cola acostado, pues, ya no se podía parar. Con dolor en mi alma decidí llevarlo nuevamente al veterinario haber si aún existía alguna esperanza o una posibilidad milagrosa que no lo dejara marchar de mi, y se desgarró mi alma al escuchar sus nefastas palabras. La eutanasia era lo único que evitaría y acabaría con ese sufrimiento me dijo, pensé durante varios minutos y sin querer hacerlo pronuncie la palabra que apartaría de la vida a mi gran amigo Ringo, mientras el me lanzaba esa mirada que ya hacía algunos días no me lanzaba, como dándome las gracias por la decisión tomada. Entonces vi, como el veterinario le introducía lentamente la inyección letal en sus entrañas. Grabé en mis ojos su vida y en mi vida aquella última mirada que me lanzó, fue una mirada brillante como una estrella. Sus ojitos quedaron abiertos y aunque quise cerrárselos, no pude, entonces vi como se fue levantando poco a poco y corrió hacía mi, y dio mil vueltas y mil vueltas, y mil vueltas más, y mientras se elevaba hacia los cielos, con su cola delgada me dijo adiós…

Su cuerpo lo enterré en un camino por donde yo transitaba todos los días cuando iba a trabajar, para así al pasar acercarme todas las tardes, puse una cruz en su nombre, pero lo cierto es que el no quedó ahí, porque se fue muy lejos. A Ringo aún lo recuerdo como a uno de los amigos más leales que he tenido, y algunas veces al mirar las estrellas lo veo alegre, dando y dando vueltas por los cielos como en aquellos nuestros ya pasados y hermosos días de juventud.


ENTRE CIENTO SESENTA PALABRAS
SUEÑOS ROTOS

Es difícil entender lo que se cuece en la mente de una persona que nos ama sin saberlo.

Después de años él regresó enamorado, y agarrado de la mano de una joven siciliana, Sonia lo vio a lo lejos, como cuando reinaba la adolescencia en sus ojos. Se asomó a la ventana y divisó a su rival. No había comparación entre la joven y ella, pero él no la conocía, y era algo que Sonia lamentaba.

Aquella noche, Sonia volvía a husmear entre ventanas, y observó como se desvestía la joven sin tapujos. Vio unos senos de colinas en las manos del hombre que había sido suyo en sueños rotos. Jugueteaba con sus contornos, mientras se encendía como pradera, y aquel calor profundo volvió a brotar una vez más entre sus piernas.

Sonia no siempre fue así, pero después de aquella noche volvió a ser joven y a sonreír, con el brillo que alegró sus ojos tenues.


A LAS CINCO

Bajaba siempre a las cinco, y la esperaba lleno de dudas. Aparecía con su ilusión al hombro, con uniforme azul y chaqueta a cuadros. Por la ventana notaba su sombra y en un instante aparecían sus cabellos de cascadas alegrando una vez más mi vida.

Jamás sabrá cuanto la amé en silencio. Me entregué a sus besos con delirio y sus caricias surgían a fuego lento. En poco tiempo se unió a mí entre sus suspiros, y la pasión me consumió hacia su destino.

Perdí sin darme cuenta el cielo, y aprendí a ser mortal entre su cuerpo.
Cuando nos sorprendía el reloj, ya eran casi las seis, “hora de clases”, entonces se ajustaba el sujetador a toda prisa, abrochaba la blusa y se subía bien la falda, para despedirse con un sonoro y dulce beso.

Al marcharse me tomaba de la mano y con su insinuante sonrisa me decía, “nos vemos…ya sabes…mañana a las cinco”.


HACE YA TIEMPO

A mis amigos/as de infancia.

A menudo me acuerdo de ustedes hermosas tardes de juventud, amadas brisas de verano junto al mar y noches bellas frente al crepúsculo de mis viejas vivencias. Hace ya tiempo algo cambió y nunca más he vuelto a ver las cosas como antes. Llegó mi invierno, y con él, el largo y cuestionable silencio de mi vida y en no sé que lejana esquina perdí mi infancia y la inocencia se me olvidó. El tiempo me arrebató esa mirada frágil que ahora me falta y no les diré amigos, que ya no me esperen, porque no sé regresar, es que he engañado al niño que llevaba dentro y me he quedado con el peso de sus años prendido a mis espaldas.

A veces me pregunto si siguen ahí llenos de vida y sol implacable, de un verano antiguo que nos bañó de calor y sudor, a veces busco las aventuras de entonces en mi memoria, y veo que casi todas han naufragado.

Me pregunto si también ustedes alguna vez han buscado nuevamente en las playas de la infancia aquellos tesoros perdidos que buscamos tantas veces en nuestros días de amores “cuando niños”, de bahías donde podíamos soñar instantes de gloria y pasar los malos ratos.

Me pregunto, si alguna vez cuando vuelva la niebla y giman las velas del tiempo a lo largo de la noche, se acordarán de mí, mirando el horizonte y esperando la luz, aquella luz que habitó en nosotros siendo niños y que la nostalgia de otras noches nos borró como tantas otras cosas. He comprendido finalmente y con lamentaciones que se me fueron los mejores días soñando, por eso a veces me pregunto si todavía queda alguien ahí esperando, que sepa de mí y que pueda encontrar y devolverme lo que tanto amé, y también todo aquello cuanto he perdido.

CON ESO NO SE JUEGA

Aquella noche iba con mis dos primos, un hermano y tres amigos más, volvíamos de una fiesta de grado, eran más de las doce de la noche cuando se me ocurrió gritar por las calles de mi barrio que nos saliera la muerta, recuerdo precisamente que mis palabras fueron “Que salga la muerta ahora si es verdad que sale, que salga”, mientras todos trataban de contenerme tapándome la boca, y un poco asustados me decían - como se te ocurre gritar eso, estás loco o qué? -, lo cierto es que iba con unos cuantos tragos encima, pero ni siquiera borracho y lo recuerdo todo como si fuera hoy. Esa noche de diciembre, corrían las brisas como acostumbran a hacerlo allá en mi tierra. Había muchas estrellas alumbrando el firmamento, por lo cual el cielo se veía limpio. Nuestro barrio y más nuestras casas tenían la apariencia de filas de colegio, por la línea uniforme y recta en que estaban ubicadas cada una. Yo viví en una de esas esquinas donde terminaba la fila, precisamente en la quinta etapa, en la manzana 69, lote 8. Antes de llegar a nuestra casa, mi hermano, mis dos primos y yo no despedimos de nuestros amigos, que vivían muy cerca de nosotros, uno de ellos en la calle paralela a la nuestra, y los otros dos en la calle de atrás, antes de entrar a dormir, vimos desaparecer sus largas siluetas en la otra esquina.

Entramos, y una vez allí dentro, decidimos que mi hermano dormiría con mis primos (que no vivían con nosotros) en una de las dos habitaciones de la casa, y como la otra estaba ocupada por mi abuela y mis dos hermanas, yo tendría que dormir en la sala, como lo hacía Eduardo (hermano de mi abuela), que se acomodaba todas las noches en la pequeña sala con su cama de spring (cama plegable). Nuestra sala tenía medidas muy reducidas, mejor dicho, creo que de cuatro metros de largo por tres de ancho. Esa noche me tocó acomodarme en una mecedora tejida por tiras plásticas moradas, que no me dejaban dormir tranquilo porque me marcaban la espalda. Acomodé mi cabeza sobre una almohada. Las piernas las puse sobre otra silla, y así pude conciliar el sueño. Transcurrida la noche, me desperté sorprendido mirando el reloj que se encontraba colgado en la pared justo a mi frente, era de color marrón y en forma de estrella, el que siempre habíamos tenido.

El reloj marcaba las tres en punto, pero me llamó la atención la claridad que provenía del lado izquierdo de la sala donde yo estaba, al girar la cabeza, vi a una mujer mirándome fijamente a los ojos, pero sus ojos eran sólo luces, y carecía de rostro, mientras la miré en fracciones de segundo vi que su silueta estaba cubierta por una túnica de color blanco, ella me miraba, eso era indudable, y yo desorientado miré nuevamente el reloj, mientras me di dos bofetadas fuertes para tratar de entender lo que estaba sucediendo o despertarme de una vez de eso de lo que no estaba seguro que era. Encendí la luz rápidamente, ya que el interruptor lo tenía detrás de mi, y volví a mirar para ver si aún continuaba allí. No lo podía creer, continuaba mirándome con esos ojos terroríficos y parada justo al lado de la cama donde estaba durmiendo Eduardo.

Ella estaba de píe, inmóvil, pero me transmitía miedo, un miedo terrorífico, se veía implacable mientras me estaba consumiendo con su mirada fija, yo sentí que algo se derrumbaba dentro de mi, y en cuestión de segundos me puse de píe y salí corriendo hacía las habitaciones, pase por detrás de la mecedora donde estaba durmiendo y lo peor es que para entrar al pasillo que me llevaba a las habitaciones debía pasar por el lado de ella, lo hice sin pensarlo dos veces, levanté la cortina que daba acceso al pasillo y mientras lo hacía, sentí como sus manos trataban de atraparme, sentí sus uñas deslizándose y rozándome la espalda, y un escalofrío intenso invadió mi ser.

Me lancé a la cama de mi abuela, que al sentirme se despertó por el asusto y me dijo muy aturdida – ¿Qué pasa? – yo estaba temblando, me dio un ataque de nervios, no podía ni hablar, me temblaba hasta la mandíbula, y no sé por qué razón, y con mucho esfuerzo le oculté la verdad, respondiéndole que tenía frío. Mi abuela se levantó, y luego se quedó tranquila, después apagó la luz, mientras yo me arropaba de pies a cabeza y sin darme cuenta, ya no recuerdo en que momento me quedé dormido.

Escuché a mi hermana mayor levantarse, eran como las cinco de la mañana, hora en que lo hacía para prepararse e ir a trabajar. Ella era profesora de ingles y entraba a las ocho de la mañana. Me levanté también y le conté lo que me había sucedido, pero no me creyó. Del lado atrás de nuestra casa había una tienda, ese era un local que teníamos alquilado, y al cual que podíamos acceder desde nuestro patio. Mi hermana fue a comprar el desayuno como de costumbre, pero de pronto vino corriendo hasta donde yo estaba, y algo exaltada me dijo – ni te imaginas lo que acabo de escuchar en la tienda ¿Qué has escuchado? Le respondí que esta mañana cuando Alfonsito (vecino nuestro) venía de su trabajo, vio frente a la tienda a una mujer sentada en el tronco del árbol (ese era un tronco bastante grande que habíamos cortado los amigos del barrio, el cual usábamos como banca. El vecino antes de ver a la mujer, me contó mi hermana, sintió un gran ruido en la calle, al mirar observó una manada de caballos. El aún estaba bastante perplejo por la situación, pues no era habitual que por allí pasaran caballos, y en ese instante miró a la mujer sentada que llevaba puesto un vestido de color negro, él se acercó a ella, ya que era muy temprano para que estuviera allí sola. Lo que le impresionó fue que al detallarla bien, no pudo precisar su rostro, tenía una túnica que le tapaba casi toda la cara, y fue cuando de pronto sintió un fuerte escalofrío y algo extraño le invadió el cuerpo, él de forma amable le preguntó el motivo por el cual estaba allí sola tan temprano, ella no le respondió, la detalló bien y quedó impresionado cuando vio que al terminar su vestido, donde debían aparecer los píes, no había nada, era como si se los hubiesen cortado, pues debían colgarle al menos y no le colgaban, "o sea, que la mujer no tenía pies". Le pregunté a mi hermana, y ella me respondió, es lo que he escuchado - siguió contando. Alfonsito entonces salió corriendo y por la desesperación, no encontraba las lleves para abrir la puerta de su casa, comenzó a gritar, y su esposa al escuchar el escándalo se despertó muy asustada y le abrió la puerta, y él entró muy nervioso. La mujer de Alfonsito contaba en la tienda que su marido estaba en la cama con fiebre y escalofríos, y que llegó temblando por lo que había visto. Mientras mi hermana me contaba aquello, mi miedo aumentaba, y mis ganas de salir de casa se desvanecían.

Cuando todos se despertaron en casa, les conté lo que me había sucedido, mis primos tampoco me creyeron, pero mi hermano como siempre me creyó. Mi abuela me regañó mucho y me dijo - “con esas cosas no se juega, a los muertos hay que dejarlos descansar en paz, pues lo bueno y lo malo existe, y eso es malo, así que cuídate, porque todo entra por los ojos, y más lo malo.”

Eduardo estaba muy enojado porque no lo desperté, él como nunca le tuvo miedo a nada ni a nadie me dijo que quería verla. Les conté a mis amigos y ellos añadieron cosas nuevas a la historia, cosas que yo desconocía. Fue cuando escuché por primera vez y por boca de uno de ellos la historia de aquella mujer, que al parecer había sido asesinada por su marido mucho antes que construyeran el barrio de los Calamares, nuestro barrio, y su cuerpo había sido enterrado allí, justo casi al frente de su casa. En la próxima revista les seguiré contando esta historia real.


ME PREGUNTO SI ME RECORDARÁS

Cuando mueres todo lo que queda es cuanto creaste en la mente de los demás con tus actos o tus palabras. Siempre he tenido la sensación que podía decirte esto, inclusive lo que quisiera. Me pregunto cómo me recordarás mañana. Como el chico que jamás tuvo tus besos o como aquella parte fugaz que jamás llegó a ti. Hay distintas formas de amar, como de ir muriendo, de la segunda una es quedando uno vivo sin ser recordado por nadie, y la otra que lo recuerden a uno siempre sin importar de qué forma. A veces sólo queremos recordar lo que sentimos alguna vez sin indagar en quienes fuimos para otros, quizás el dolor en ese aspecto sea más leve.

A veces utilizamos a algunas personas como un espejo para que nos definan sin saberlo, es cuando nos sentimos inseguros y vamos perdiendo parte de nuestra identidad y cada uno de esos espejos nos va mostrando poco a poco algo que habíamos perdido sin darnos cuenta.

Algunas veces así encontramos esos ángeles que han aparecido en nuestro camino sin saber en dicho momento el por qué, cosa que nos mostrarán los días, los meses o los años, esos en que ellos también desaparecen de nuestro, porque casi siempre lo hacen una vez cumplida su misión. Luego entendemos que ellos fueron enviados para guiarnos y hacernos el camino más suave cuando se nos ponía cuesta arriba y se nos hacia insoportable la subida.

Hoy recuerdo a muchos de esos ángeles de mi camino, inclusive a los que se han ido para siempre. Jamás he olvidado sus miradas ni gestos incondicionales. Llevó en cada paso que doy un agradecimiento profundo y de admiración por su altruismo. He descubierto con los años que la gratitud enaltece a quienes entienden estas cosas. No se puede ser feliz si se desconoce que gracias a ellos somos mejores seres y hemos gozado de una vida más dulce. Esos ángeles nos van limpiando el camino de adversidades y nos hacen sonreír libremente.

Hoy aquí sentado frente a la aurora, y con la mirada perdida en tantas cosas me pregunto si alguna vez he aparecido de esa forma para alguien, hoy me pregunto seriamente ¿Quién fui para ti? “algo efímero como el viento de una tarde veraniega o perenne en tu memoria hasta el final de los tiempos.”

Cuando mueres todo lo que queda es cuanto creaste en la mente de los demás con tus actos o tus palabras.



FRENTE A LAS PUERTAS DE AQUEL COLEGIO

Oswaldo Santa María se encontraba alegre por haber conquistado a aquella joven, es más, ni lo creía, porque le fue más fácil de lo que pensó. Y allí estaba esperándola. Se había puesto su mejor ropa con su clásico pantalón de lino para no perder la formalidad que lo caracterizaba, se engominó el cabello y se dio las tres palmaditas de la buena suerte, esas que jamás le fallaban cuando esperaba alguna de sus calificaciones.

Mientras la esperaba a la salida de aquel inmenso colegio, veía salir y salir a cientos de chicas jóvenes uniformadas del colegio de al lado, y en cada una de ellas la veía. Esas medias blancas casi hasta las rodillas, luego la falda de cuadros azules y blusa con una pequeña corbata le daban un toque de morbo especial a aquellas chicas, era como si estuviera esperando a la típica colegiala de las películas porno, pero con la salvedad que esta no era de pago sino por amor, añadiendo entonces romanticismo a su vida.

Ella no imaginó que Oswaldo Santa María la iría a esperar aquella tarde a la salida de clases, es más también había olvidado advertirle que jamás fuera por ella al colegio, porque su padre era un hombre muy amargado y de vez en cuando pasaba por ella. Que se enfadaría mucho si algún muchacho trataba de calentarle la oreja a la niña de sus ojos. Eso fue lo que precisamente les había dicho a los dos anteriores novios que tuvo, por lo cual siempre se veían en sitios distintos a aquel colegio. Ella esperaba aquella noche para llamarlo y decirle que se podían ver al día siguiente, pues le interesaba ver con él una película que estaban anunciando, entonces allí le diría lo de su padre, que además contaba con una tía chismosa cerca del colegio que no se despegaba de la ventana y se encargaría de contarle todo si alguien iba a buscarla.

Oswaldo Santa María se estaba tomando una coca cola cuando de pronto apareció su amigo Salvador Atencio, con quien había estudiado en la secundaría. Hacía más de cinco años que no se veían y el abrazo fue efusivo, no era para menos, entonces Salvador Atencio le preguntó a Oswaldo ¿Qué haces por aquí? que grata sorpresa viejo, años sin verte. La sorpresa es mía, contestó Oswaldo. Y así continuaron hablando mientras Oswaldo esperaba a la chica que desde hacía dos días se estaba metiendo en sus sueños. Salvador Atencio le comentó a Oswaldo Santa María que venía a buscar los jueves y los viernes a su novia, que eso era algo que a ella le encantaba. También añadió que con ella llevaba tres años y medio, y estaba súper enamorado, que era una gran chica y si tenía la oportunidad quizás se la presentaría a la salida de clases. Salvador se encontraba terminando la carrera de odontología, la misma que honoríficamente habían desempeñado su padre y sus abuelos paternos, en cambio Oswaldo trabajaba en la empresa de su hermano mayor, era de menos recursos económicos que Salvador, pero eso no había impedido algunas de sus metas a corto plazo, como por ejemplo, ser elegido el primer joven menor de 25 años en crear 3 programas de informática capaces de gestionar la administración de viviendas alimentadas por luz solar. Esto ayudaba al ahorro de energía más o menos del 45% del recibo mensual, y estaba obteniendo una respuesta en el mercado que jamás hubiese imaginado, ya que las empresas y hogares pagarían menos en sus facturas de consumo. Se había disparado la demanda en la empresa de su hermano, y había obtenido un premio regional de joven talento en software de alto rendimiento.
Oswaldo Santa María era un chico dedicado totalmente a sus estudios, no podía darse el lujo de repetir materias, y su casa estaba repleta de galardones, lastima que su madre no pudo ver ninguno de sus logros. Ella había abandonado este mundo por una dura enfermedad, en cambio su padre, era un hombre mujeriego y entregado al desorden del alcohol. Jamás se había interesado por él, ni sus otros dos hermanos, los cuales habían tenido que salir adelante por si solos.

Oswaldo Santa María, estaba ilusionado con aquella conquista, pero no estaba muy familiarizado con las relaciones amorosas, no sabía lo que era estar enamorado, nunca lo había estado en realidad y quizás eso que estaba sintiendo en el estomago era el amor, ese cosquilleo y respirar profundo que lo hacía sentir raro. También sentía que cuando creía verla se le aceleraba el corazón más de la cuenta, y eso lo ponía más nervioso en segundos.

Sonó la campana que señalaba la finalización de las clases de aquel colegio, y empezaron a bajar los estudiantes. La Concentración Educativa fue un gran colegio, en sus mejores tiempos fue el número uno de la ciudad, luego cayó en decadencia al morir su fundador, y pasó a formar parte de los colegios del estatales. Dicen que su fundador le vendió su alma al diablo, con tal que aquella fuera una de las instituciones más prestigiosas del país, sin pensar que después de morir él, continuarían sucediéndose una tras otras las muertes de estudiantes. Era algo insólito, pues cada año para la misma época un estudiante de la Concentración Educativa perdía la vida por circunstancias distintas, cosa pocos habían analizado.

Oswaldo vio a lo lejos mientras bajaba aquellas gradas a Jennifer Méndez, que venía luciendo como una verdadera reina el cantoneo de su cintura, deslizando las piernas por aquellos peldaños con la elegancia de los caballos de paso. Fue cuando Salvador le dijo a Oswaldo, allí viene mi novia, te la voy a presentar. Salvador llamó entonces a Jennifer que no lo había visto sentado en la tienda del frente. Oswaldo le dijo ¿Tu novia se llama Jennifer?, y Salvador respondió alegremente, si Jennifer Méndez, pero ya Jennifer estaba frente a ellos. Se encontraba impávida, como si la hubiesen sacado de un témpano de hielo. Salvador le dio un beso a Jennifer mientras Oswaldo Santa María observaba absorto, sintiendo como un nudo en la garganta le arrebataba el aíre para respirar. Se presentó con Jennifer invitado por los gestos de cortesía de su amigo Salvador Atencio, y luego dijo, bueno yo me voy, parece que mi novia no ha venido hoy a clases, así que quizás será en otra oportunidad que tenga el gusto de presentártela Salvador, ya te llamaré, se despidió de Jennifer diciéndole que había sido un gusto conocerla y dándole un fuerte abrazo a Salvador, se marchó.

Oswaldo Santa María siguió caminando sintiendo como todas las miradas del mundo se clavaban en su espalda. Llevaba los pies de plomo y el alma en las manos. Temblaba de rabia y aturdido entre sus mil preguntas, quiso entonces volver al instante antes de conocerla, para evitar así enamorarse de los labios más traicioneros que había conocido, de la mujer más falsa y fría que había visto. Pensó en su amigo, en lo que le depararía si lograba casarse con ella. Pensó en su soledad, y en eso que estaba sintiendo en el pecho, en quienes siempre le decían que el amor era bello y puro, en eso que el no conocía. Intentó borrar en un instante y de un plumazo aquel beso que lo ilusionó como a un niño, para sepultar de una vez por todas, esa parte su vida que jamás deseó vivir.



VERÓNICA Y SUS OJOS CLAROS

No sé, me llama la atención que Ariadna quiera volver, dice que quiere intentarlo nuevamente, ¿Y tú qué quieres? me pregunta, ¿No lo sé? dímelo tu le respondo, ¿A ver quién te entiende? no soy como algo que te quitas y te pones cuando quieres, pero bueno, si quieres intentarlo adelante, a lo mejor lo vivo como un mero espectador, sin involucrarme tanto en tu vida, no vale la pena sufrir otra vez y que te alejes cuando quieras, creyendo que las relaciones son de una sola persona y no de dos. La unilateralidad en el amor no vale, pero seguro que hay a quien le gusta, pero a mí no, sobre todo si la parte que me toca es aquella donde quien decide eres tú.
¡Que no volverá a pasar me dice!, no sé ni que pensar, eso de volver ya no me suena. ¿Que no la quiero? ¡Pero como dice esas cosas!, una cosa es que la quiera y la otra que sea un imbécil y me aguante sus comportamientos absurdos y mezquinos. Dice que es muy duro estar sin mí, que se equivocó, que quiere otra oportunidad, que la perdone, “todo eso me dice, me confunde y llora como una niña”. Todo eso me pone mal.

Dentro de mí hay una parte que no quiere quedarse con la duda si hubiese podido resultar lo nuestro o no. Con ella me han pasado cosas muy especiales, por eso me planteo darnos esa oportunidad. Son casi dos años y no pueden dejarse como si nada, aun recuerdo el día que casi lo hacemos en el ascensor y nos descubrió aquel guardia de seguridad, al final me quedé con las ganas. La última vez que hicimos el amor fue bajo la romántica voz de Frank Sinatra, sonaba en mi viejo equipo de música aquel antiguo disco de vinilo que a ella le gustaba, del que siempre decía que sonaba mejor que todos, pero de pronto le surgió la melancolía y la nostalgia, ¡cómo no!, si ya tenía claro que me iba a dejar. Ahora que lo pienso bien, por eso fue que casi no habló aquella tarde, sólo susurraba a mi oído, y sobre mi pecho decía que no la merecía, que yo era muy bueno para ella.

A veces pienso que había algo más que no la dejaba entregarse del todo, y aunque sus labios eran de fuego y apasionados como su cuerpo, sé que nunca fue enteramente mía.
Ahora viene y me dice que volvamos y sus palabras retumban en mis sentidos de una forma rara.

La verdad es que yo creí que Ariadna podría arrancar de mi mente a Verónica de un pincelazo, pero como otras tantas veces me equivoqué. Sin embrago quise jugar con el margen de que ella lo intentara y fantaseé con que se enamoraba de mi, y yo de ella como de aquel amor que me llenó de silencio, pero no fue así, aunque allí estaba desnuda ante mis ojos, jadeando y sedienta de pasión una vez más.

Quizás era la mejor forma de seguir interpretando el papel de buena amante, y de seguir jugando a amarme como decía. Me quise enamorar de ella y casi lo logro, hasta aquel inoportuno día en que sus palabras hicieron trizas mi alma. Si me pregunta si la quise, es cierto, pero no puedo afirmar si fui más allá de quererla, pues las conjeturas entre querer y amar me dicen que no me dejó. Sólo he amado una vez, pero estuve a punto de volver a hacerlo con ella, y no me arrepiento de lo que vivimos, pero ya sus lágrimas no me queman, ni sus miradas me restan los suspiros.

Su boca ahora recorre todo mi cuerpo, me veo en sus manos y me tiembla todo. El sudor de su piel me gusta, y su olor me excita, pero no pienso en ella, sino en otra, en otra que también me olvidó para siempre como lo hará ella mañana. Yo ahora sé que el camino más fácil sería partir, pero me quedo quieto, a lo mejor también parta mañana con su olvido.

Recuerdo que Ariadna ya no está conmigo, aunque a veces me llama, me pregunta si podemos vernos, le digo que sí, pero la mantengo al margen, distante diciéndole que ya buscaré un día en que podamos coincidir y tomarnos algo. Ya no tengo esa sensación agobiante por ella que sentía antes, el estomago no me da vueltas, ni me late el corazón a prisa con sus llamadas. Así llevamos tratando de vernos más de seis meses, tal vez no nos veamos más, lo mismo hizo Verónica conmigo. Bueno, quien sabe si sería lo mejor para los dos.

Hoy me ha sonado el teléfono y es Verónica, siento que se me sale el corazón, pero no contesto, en realidad me quedo mudo. Se aproxima Sandra y me pregunta qué me pasa, que quien me ha llamado, no le digo nada mientras la acerco a mis labios y nos besamos arduamente como el primer día, pero no es en ella en quien pienso, sino en Verónica y también sueño con sus ojos claros.

A lo mejor quien se quede a mi lado en verdad sea Sandra, y no las otras, las de las otras tantas veces…


ENTRE AQUELLAS PAREDES DE SAL

Hubo un tiempo en que ya su madre no sabía donde llevarla. Era una joven de a penas catorce años y no disfrutaba por causa de aquella situación nada de esos tiempos que tenían que ser los mejores de su vida. La enfermedad era muy extraña, pues el cráneo lo tenía de un cierto color verde y el ombligo se le iba abriendo como una flor. Los médicos no daban con la causa, pero al mirarla nadie podía imaginar que aquella joven con rostro de ángel padeciera tales sufrimientos. Había momentos en que salía corriendo como una loca por las calles del barrio y nadie podía detenerla, hasta que se le daba por aparecer de nuevo sin recordar nada. Su madre optó por mantenerla encerrada en casa para evitar que un día cualquiera no regresara o tuviera un accidente.

Sus ojos eran grandes como dos soles alumbrando a quien osaba mirarla, casi hasta hipnotizarlo, con unas pestañas impresionantes y una piel como la seda. Era educada y prudente. Los vecinos lamentaban lo que le estaba sucediendo. Su madre siempre fue una mujer agradable con todos y con un carácter bastante extrovertido, que hacía que las personas que la conocían quisieran ayudarla. La madre era comerciante, y pasaba viajando de pueblo en pueblo, y donde no la conocían terminaban por hacerlo, gracias a su jovialidad. Pero cuentan que tuvo que vender hasta la casa que le había dejado su padrino a la niña, todo en busca de médicos y brujos de la zona para poder curarla. Ya no sabía que más hacer, hasta que escuchó hablar de Alquímides, un afamado brujo de los montes de maría, al cual ella conocía como una persona normal, sin saber que se dedicaba a eso. Para llegar a aquella zona donde el viví, tuvo que atravesar esas impresionantes montañas bajo un fuerte aguacero. Fueron dos días de camino a solas, con el barro a los píes, y empapada hasta el alma. Llegó al potrero de la familia Vergara, la misma que le había dicho que Alquímides practicaba aquellas ciencias ocultas.

El señor Juan Vergara, le contó a Blanca, que Alquímides sabía mucho, pues cuando nadie había podido curar a su hija, y otros la daban por loca, apareció él, y con una sola sesión supo quien le estaba lanzando mierda de gallina a su hija, hasta ensuciarla toda. El excremento parecía caerle del cielo a la joven, pero nadie veía nada, eso ocurría mientras ella estaba sola, ya sea en el baño, el patio u otro lugar distinto, pero era cierto, ya que ellos se desprendieron de todas sus gallinas y aún así seguía todo igual, porque la joven seguía apareciendo repleta de mierda de gallina por todos lados una y otra vez. Esa fue una situación insoportable hasta que apareció aquel lunes Alquímides, con su tabaco a medio lado de la boca, esa expresión de quien lo sabe todo y sus abarcas de indio guajiro. Se sentaron todos alrededor de él, también estaba el vecino de ellos que los estaba ayudando a dar con lo que le estaba sucediendo a la joven.

Alquímides miró fijamente a los ojos a la joven que se encontraba acostada en una lona sobre el suelo, después de haber bebido un brebaje de hojas que él mismo le había preparado. Les dijo a todos, -por favor salgan, que le tengo que preguntar algo a los espíritus y no vendrán si están ustedes presentes-. Como a la media hora salió Alquímides, y mirando fijamente al vecino, les dijo -Éste es el hombre que le ha hecho esto a su hija, tiene al final del potrero un entierro con un vestido de su hija y varias gallinas muertas, todo lo ha hecho con el fin que ustedes le vendan las tierras, se hace pasar por su amigo, pero es un desgraciado-. Juan Guzmán no daba crédito a lo que decía aquel brujo, y se defendía diciendo “Eso es mentira, ¿pero como dice usted eso?, si ellos son mis mejores amigos”. El brujo Alquímides los llevó a todos hasta el final del potrero que colindaba con la hacienda del vecino, y afirmó -Aquí es, pueden empezar a cavar, encontrarán dos gallinas, y un vestido negro de su hija enterrado-. Cavaron y al finalizar todo estaba dicho, hallaron lo que Alquímides dijo, de inmediato sacaron el vestido negro y las gallinas muertas. Juan Guzmán seguía desmintiendo aquello de forma rotunda. Desde ese día le retiraron la amistad, y lo amenazaron, diciéndole que era mejor que se fuera lejos de su vista, antes que lo mataran ellos mismos. Al cabo de algunos meses Juan Guzmán vendió la hacienda, pero ya la hija de los Vergara, había dejado de padecer aquello.

Blanca, llegó aquel día con toda su fe, a casa de los Vergara. Allí durmió y a la mañana siguiente salió rumbo al pueblo donde vivía Alquímides. Cuando Alquímides la vio, le dijo, ¿Blanca, como estás, que me traes hoy, a ver que te compro?, pero Blanca no iba a vender nada y respondió. Alquímides, no vengo con mercancía, ni en son de trabajo, vengo por otra cosa, tengo un gran problema, y no sabía que tú eras brujo. ¿Qué te pasa Blanca?, entra y cuéntame. Entonces entraron y Blanca empezó diciendo lo que le pasaba a su hija, es muy duro Alquimides, he recorrido medio mundo y me he gastado casi todo lo que tenía y nada, no hay nadie que sepa lo que ella tiene, ni qué hay que hacer para poder curarla, se está consumiendo en vida. En ese instante Blanca comenzó a llorar. Alquímides se conmovió, pues frunció sus cejas y una leve mirada oblicua lo consumió en su interior. Entonces le dijo a Blanca que pasara a una habitación en el fondo de su casa. Blanca lo siguió como quien sigue a alguien por el único camino que le queda para salvarse, con esa sensación de quien no pierde ni gana nada al hacerlo.

Blanca, siéntate aquí dijo Alquímides, mientras ella se secaba los ojos y comentó: Alquímides, ayúdame por favor, te pagaré lo que cobres, no importa cuanto sea, sólo quiero curar a mi hija que está sufriendo mucho. Alquimides se dirigió a una cajita negra mientras abría un candado y de allí sacó una foto, se la mostró a Blanca. Era la foto de su hija. -Blanca, te juro que yo no sabía que era tu hija, me la trajeron hace algún tiempo y empecé a hacerle el trabajo, pues la mujer que me la trajo, afirmó que la madre de esta joven le había puesto brujería a su hija. Yo no sabía que era tu hija, ella tampoco me dijo el nombre tuyo, es más, la mayoría de veces trabajo con fotos, y no con nombres. Dios míos, pero a quien se le puede ocurrir que yo voy a querer que alguien enferme buscando a un brujo, y menos a una niña, si te he buscado ahora es por la impotencia que he tenido todo este tiempo. Alquímides dijo: Blanca, en tu casa hay un entierro que yo mismo mandé, en algún lugar de tu casa estará, pero no te preocupes que ya no tendrá efecto, desde ahora mismo quitaré la brujería, basta con que yo te conozca para que esto termine.

Pasado corto tiempo los ojos de la joven empezaron a brillar nuevamente como los primeros días, y una alegría inmensa comenzó a reinar en su vida.

Cuando yo tenía siete años, mientras jugaba con mi hermano en la sala de la casa de mi abuela, que quedaba en el barrio la Candelaria de Cartagena de Indias, encontramos una muñequita enterrada debajo de una ventana que daba a la calle. Las paredes de esa casa se desmoronaban por culpa de la sal, y todo porque aquella casa se encontraba cerca de las playas. Aquel era un lugar donde reinaba la humedad. Nosotros mientras jugábamos vimos que algo sobresalía de aquella pared y empezamos a escarbar, al terminar, vimos lo que era. Una muñequita muy pequeña con cabello negro, un traje que se presumía de color blanco y rojo y varios alfileres oxidados casi deshechos clavados en su pecho de tela. Como no nos interesaban las muñecas, se la regalamos a nuestra hermana para que jugara con ella. En realidad éramos muy niños, y ya no recuerdo lo que sucedió con aquella muñequita.

Hoy mi madre me relata aquella historia, mientras pasamos las primeras vacaciones juntos, y también me explica lo que sufrió mi abuela buscándole la cura de sus males. Entonces, sin pensarlo, llega a mi mente aquel recuerdo de la muñequita de trapo, y se lo cuento todo, ella me queda mirando y me dice ¿Por qué nunca me contaste eso?, en ese instante me envuelve el silencio, y entendiendo de una vez por todas igual que ella, muchas cosas que habían quedado ocultas por tantos años entre aquellas paredes de sal.

NO ES TAN FÁCIL

A Katherine Barrios

Divisar tus ojos en la oscuridad
es sinónimo de ayer
pero es quizás ahora más fácil
creer en un espejismo
que esperar que te acerques
dócil y fresca a mis labios
o a mi pecho ardiente
que aún después de tanta lejanía
te añoran y desean
con la misma intensidad
con que lo hicieron antes

No obstante,
para que pensar hoy en tus sueños
que eran
mis propios sueños,
para que buscar hoy esa respuesta
que jamás oiré,
sería más sensato
ser incauto y apaciguar
en silencio y soledad
el amor sin gloría
que se desvaneció entre los dos

Es más fácil pensar
en el crepúsculos de tus ojos
que en un amanecer contigo,
o en las imposibles colinas que ayer
desee saborear de ti

Duele hoy recordar
lo que fuimos
o en lo que quise sembrar
en el valle de tu vientre
antes que las horas fueran tenues
y largas entre nosotros
y un frío intenso
nos quemara la piel.

PASADO...PRESENTE...Y TU OLVIDO SOY YO...

Hoy que empiezan a pesarme los besos de amor
que he guardado de tus labios tan tiernos ¿Por qué?
te confieso y de veras profeso a la vez
que en tu ausencia el verano es invierno sin ser


Hoy que busco en los cálidos días del ayer
la razón que haga hablar tu silencio esta vez
me diluyo en los híbridos tiempos también
del pasado...presente...y tu olvido soy yo...


Hoy que has vuelto cual sombra al ocaso la hiel,
manantial que ha quedado en sequía si sol,
melodrama sin la sinfonía que fui
que a la trama adiciona secreto y dolor

Hoy que escribo y rehúso al motivo ¿Cual fue?
el que puso otro rumbo a mis pasos ¿Por qué?
si tus besos, miradas y abrazos lloré
ya que han sido los que más he querido yo


Hoy que busco y no veo tu silueta en la faz
destellando en aquel firmamento por mi,
el recuerdo me lleva hasta el tiempo tan cruel
del pasado...presente...y tu olvido volvió...

Hoy que empiezan a faltarme los besos que di
y aquel mar de promesas inciertas perdí,
reconozco en premisas que también te amé
y he querido aceptar que aún te quiero mujer.


ENTRE EL VAIVÉN DE LO QUE SE CREYÓ

Unos recuerdos me llegan
de lugares prescritos
Son símbolos de ayer
son sombras que vienen y van
como si pidieran algo que yo tengo
y no puedo dar
como si tuvieran algo que yo quiero
y ya no es para mi
pero que lo fue de distintas formas
de esas en que se consolida
en nuestras memoria
algo que jamás se tuvo.

Es un nombre
clavado en la esfera de mis ojos
la misma que evita eso que siento
o finjo sentir
para ser distintoa todos los que aman así
de esta manera singular y precisa
simple o compleja
para seguir engañando a aquellos
que si lo supieran
me juzgarían como los dioses.

Unas sombras de ayer
se esconden como eclipses
detrás de este sentimiento que cada vez
deja de ser más mío
para hundirse en mis sentidos levemente
y ser de ella como nunca fui yo
como el eco es de las montañas
y la soledad es parte de mi vida
la que no goza
de los besos que de ella soñé.

Es un tiempo remoto
ensimismado en la melancolía
de lo que no muere al olvido
para evocar otros labios y otras risas
distintas a las que se pierden
en las horas
entre el vaivén de lo que se creyó
en ese tiempo que a veces me trae
las alegrías que casi no tengo
y va consumiendo poco a poco
con realidades lo que anhelé.


NOSOSTROS…LOS DE AHORA YA NO SOMOS COMO ANTES…

“Mientras cerré y abrí los ojos me di cuenta que muchas cosas habían cambiado”.
A Claudia Villalobos –Leiva

Nosotros...los de ahora ya no somos como antes...
¿Cuántos años han pasado y cuantas tardes apagado?
Ven tú y dímelo que ya no lo sé…

He perdido la cuenta de aquellos recuerdos
que creí inolvidables
De olores a abuelos y un fuerte aguacero
que marchó sin mi.

¿Dónde están esos besos de acero
mis perros de antaño y la vecina mirando
dónde están los suspiros de niño
mis amigos de siempre y lo que estoy recordando?

¿Dónde está lo que tanto anhelamos
y tan fácil perdimos?
O es que tal vez…
Nosotros...los de ahora ya no somos como antes…

La Niña Triste...



Le dicen que no es bueno buscar la verdad cuando se ha ido para siempre. Ella aún está bajo un sol implacable buscando las raíces de su error.

Escucha un niño correr sobre hojas secas, pero no es el que ella espera, ni sus ojos los que queman su alma herida. Ella sigue sumergida en el amor que robó sus sueños, ese amor que yace en un lugar llamado olvido. Él viajó para siempre sin sus besos, lejos de su vida, y suspira en el desierto de las almas prohibidas.

Él, es sólo un recuerdo, una silueta que jamás volverá. Un amor de la niñez, de un pasado. Él es una risa quebrada en el tiempo de unos años jóvenes. De momentos remotos.

Ella es un mar de dudas, de ilusiones perdidas, de sinsabores. Promesas rotas.

Ella lee esa poesía escrita en una servilleta, frases sueltas. Un nombre. Una esperanza. Un día ya ido. Huele su perfume. Busca en la distancia en qué falló.

Mañana volverá a amanecer le dicen. Ella no escucha. Una lágrima resbala por su mejilla. La brisa juega con su pelo. Una canción le trae recuerdos. Ella dice que ya es tarde para otro amor. No entiende que el amor es así, ni que el sol le volverá a brillar.

Mañana volverá a oscurecer en su alma. La noche llega. Las horas son más largas que sus miradas. Mira un cuadro mientras se sumerge en posibilidades complejas. Absurdos argumentos la enloquecen.

Ya oscurece, es muy tarde para seguir esperando. Quizás mañana vuelva a sonreír la niña triste.

Buscando Otros Besos Perdí sus Besos


Suspiro recuerdos
mirando desde otros caminos
al amor de mi vida
y lo que hoy tristemente me queda de ella
de esa nostalgia eterna
que se abalanza sobre mi vida
dejandome un vacío

Sus manos limpias
sedientas de mil promesas
son lágrimas que desbordan lo que fuimos
y dejan truncado ese camino
donde ayer la amé
y un día quizás tan lejano como aquel
me marcará la piel

Un tren insospechado de remordimientos
me cuestiona
me aleja cada día del ser que soy
para sumirme en un futuro abstracto
que puede ser distinto
pero sin la cobardía de esos fantasmas

Olfateo lejanamente su amor distante
que me entregó profundamente
sus besos más frescos
en la agonía de unos años que se fueron
sin darme cuenta
y me embriagaron
como el viento de las montañas
y las tantas noches
en que estuve junto a ella

¡Oh! lejano mar de mi tierra amada
como añoro sus palabras cálidas
y los sueños que dejé dormidos en sus senos
anhelo sus sonrisas
y la simplicidad de sus miradas
entre el regazo de sus ojos grandes
y unas manos frías
y esa larga cabellera
como quisiera por Dios otra vez ser de ella
como jamás fui de nadie

Buscando el amor
perdí su amor
buscando otros besos perdí sus besos
Hoy me quema más su ausencia
sigue sin pronunciar palabras
me reclama tantas cosas con silencio
y sigue día a día
evocando aquel que fui

Mañana será distinto
lo sé
y volveré a verla aunque sea tarde
y a mirarla como antes
como cuando reíamos alegres
y contábamos estrellas en el cielo
Perdoname sirena de mis mares
Perdoname mujer de mis anhelos
sé que es muy tarde para estas cosas
y debo acostumbrarme a tu silencio...

miércoles, 1 de diciembre de 2010

Eres más que mi alegría...


Mirarte fijamente
y descubrir esa sonrisa
me hace sentir distinto
y recuerdo aquel instante
cargado de sentimientos
cuando tan ilusionado
robé tus primeros besos

Qué será ahora de mi vida
si eres sólo a quien yo quiero
sin tus besos yo me muero
mujer

Han pasado tantos años
y no has perdido ese brillo
que guardan tus ojos negros
que me alumbran como estrellas
en noches de luna llena
como cuando jovencita
te amé

Que será ahora de mis sueños
si eres todo aquí en mi vida
Qué será si un día te alejas
de mi

Se han marchado los momentos
de tiempos inolvidables
ya ha bajado la marea
las cosas son muy distintas
tus besos me han enseñado
a vivir enamorado
de esos gestos que hacen parte
de ti

Qué será ahora de mis besos
si se marcha tu alegría
sin ti no sé quien sería
mi amor...

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