viernes, 18 de mayo de 2012

Ambos lo Sabíamos...

Ayer te miré...me fui a muchos años atrás, cuando a penas reinaba la adolescencia en tus ojos. Tu rostro adornado con pecas como si fuesen escarchas me gustaba. Pero ayer me miraste y me volviste a mirar mientras estábamos allí sentados. 

Tu nariz me hizo recordar nuestros juegos de entonces, y me reí solo durante un momento y todos allí me miraban. Solo yo sabía de qué me reía. 

A él le gustabas tú...a mí no, pero no sé ni como se dieron las cosas y acabamos juntos. Él no me lo perdono, jamás volvió a hablarme, y eso que se enteró muchos años después. Yo creí que eso contigo se le había pasado, y no fue así...no sé qué creyó él, es más, llevábamos años sin vernos, cuando nosotros estábamos juntos. 

Ella no me quería, aunque me decía que si. Yo tampoco la quería aunque le decía que si. Así somos muchas veces en la adolescencia. Vivimos los momentos por satisfacciones. Ella a quien quería no la quería, y yo no quería a ninguna. Solo jugaba, ya habían jugado conmigo en su momento, así que para que enamorarme otra vez, eso ya en mi no tenía sentido. 

Nos veíamos todos los días. Lo pasábamos bien, no puedo negarlo, sus ojos eran de color miel, y aún en las noches alumbraban mi vida. Vivimos con intensidad esos meses, y sus labios se entregaban a los míos como si me amara de toda la vida. Las mujeres tienen una facilidad de fingir, pero nosotros los hombres no nos quedamos atrás. Sin embargo creo que ambos sabíamos a lo que nos afrontábamos a eso que tenía su fin concertado, pero sin saber cuando. 

No por no amarla, no la extrañaba. Se puede extrañar sin querer, y esa ausencia puede pesar si piensas en ella más de la cuenta, y haces que se convierta en costumbre. Yo nací para amar, y por eso he amado y sigo amando con todo mi corazón. Creo que jamás dejaré de hacerlo. Pero en se tiempo no lo hice. Solo nos entregábamos el uno al otro sin compromisos, jamás nos reclamamos nada, todo fue sin exigencias, sin control, sin lagrimas...nos aceptábamos como eramos...

Ambos salíamos con otras personas, ella no me lo dijo, yo no se lo dije, pero lo sabíamos. Lo aceptamos con plena libertad de forma pasiva, pero sin decirlo para no herirnos supuestamente. Sus manos sobre mi cuello, con su esplendoroso vestido blanco, y esas caderas de fuego me hicieron sentir bien aquella noche. No todas las noches son iguales, pero esa fue más especial, como ella lo fue en aquellos días en mi vida. Me buscaba en las tardes. Llegaba a casa y me esperaba en la esquina. Su cabello echado a un lado, su risa picara, su cuerpo de diosa, su tez brillante como el color de sus labios me seducían. 

Aquella tarde fuimos a cine, luego al Parque Centenario donde me dormí en sus regazos tirado en una banca sobre sus piernas. Sus manos acariciaban mi cabello, mientras intuía que miraba fijamente mi rostro durante esas horas. Ambos sabíamos que no volveríamos a ser quienes fuimos en esos momentos. Después para terminar la noche fuimos aun lugar llamado "La Misión", era una taberna donde nos sentíamos muy bien. Allí escuchamos varias canciones en medio de la oscuridad mientras yo tomaba algunas cervezas y ella piña colada. Sus manos en las mías me hacían feliz. Su rostro en mi hombro me denotaba tristeza. El silencio entre los dos decía cosas que nosotros callábamos. Nuestros besos y caricias eran iguales que siempre, pero con distintos sabores y sensaciones. Quizás con el sabor de la despedida. Besos que se dan sabiendo que ya no habrá más, ojalá todos supiéramos cuál es el último beso para darlo con más pasión, cosa que nosotros si sabíamos, y por eso nos entregamos de veras.

Me dedicó una canción titulada "se pareció tanto a ti". La bailamos, le dije - te he complacido -, pero ya llegó la hora de marcharnos.

La llevé a su casa, la dejé en su puerta, me reflejé en sus ojos de miel, y le di un beso en la frente, nos tomamos las manos casi sin ganas de soltarlas, nos miramos sabiendo que hasta allí llegaba todo...el juego se acababa. Nos habíamos dado todo, sin quedarnos con nada. Pero jamás nos habíamos extrañado...

Nos vimos muchas veces, como si nada entre nosotros hubiese pasado. No hablamos nunca de aquellos meses ya idos, ni nos cuestionamos nada. Pero nuestros ojos se seguían mirándose con la misma complicidad de siempre...como sabiendo que nuestro tiempo ya había claudicado.

Ayer te miré allí sentada...tú también me miraste como queriendo preguntarme algo. Pero sé que no eras tú, no podías serlo. Ya esos años habían corrido demasiado entre los dos, y nos habían dejado huellas en la piel distintas a las que no tenía tu rostro. Tuve que irme y tu mirada siguió el rumbo de mis pasos, voltee hacía atrás y seguías mirándome como ayer. 

Me surgió la pregunta si en esa otra parte donde te encuentras hoy, habrás querido decirme algo y utilizaste a esa otra persona que se pareció tanto a ti, para que yo lo supiera. En realidad no lo sé, ni tampoco como saberlo, pero te puedo decir que como nunca..."ayer si te extrañé".

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