
Cabellos embrujados
de ónix.
Lienzos como las sombras
embellecen tus hombros
y ese cuerpo tierno y fresco como el viento.
Imagino tus ojos radiantes
y tu silueta se enmarca a mi vida y a mi memoria
como el sol a un gran verano.
Mis labios sedientos de tus labios
buscan tu cuerpo de diosa
intangible,
pero no eres más que un ángel lejano
y prohibido para mis besos.
Corazón purpura.
Latidos acelerados
con mi ritmo,
con el mismo vaivén que deseo de tu esfinge
y que osaría mi vida saciar en tus pechos.
¡Oh reina! Qué quieres de mí,
te daría hasta mi vida
fundida en pedazos si pudiera.
Como el amor enardecido de las estrellas
siento sucumbir cuando te miro.
No puedo más que callar
para no ofender tus ojos bellos
para disipar lo que llevo dentro
y éste tormento enloquecido
de pensamientos desenfrenados sedientos de ti.
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